LA MATERIA OSCURA
LAS FORMAS DEL FUEGO
EL DÍA MENOS PENSADO
El mesón El Extremeño estaba abarrotado. Obreros del polígono, camioneros, operarios que estaban arreglando las calles y comerciales de paso. El camarero, gordo, sudoroso, con un grueso bigote de guardia civil, iba y venía diblando mesas con varios platos en la mano.
- ¿Los huevos rellenos?-
- ¡Pa mí!-
- ¿Los callos con garbanzos?-
- ¡Aquí!-
- ¡Tú qué quieres, tarugo!-
El camarero tenía la cabeza muy grande, parecía un milagro que se sostuviera sobre los hombros. La frente, sin embargo, era estrecha, decorada con un pequeño mechón grasiento que partía desde la calva de la coronilla. La cara hinchada, los ojos pequeños, redondos como botones de mortaja, le brillaban con una expresión socarrona. Llevaba un uniforme como los camareros de las películas del oeste, la camisa blanca, la chaquetilla a rayas rojas y negras, con algún lamparón que otro en la pechera y en las mangas.
Los comensales conversaban animadamente dando grandes voces y destrabando estridentes carcajadas. Parecía la cantina de un cuartel de regulares. Entró en el comedero una pareja, y todos se callaron al unísono para contemplar a la muchacha, que era una morena muy guapa de pelo largo y cuerpo voluptuoso. En el hombre no se fijaron. Por un momento sólo se escuchaban las pisadas de los recién llegados y al locutor que daba las noticias en la tele. Noticias de catástrofes, tragedias, desgracias y fútbol.
Fuera, el tiempo había empeorado, negros nubarrones comenzaron a copar el cielo y el
viento zarandeaba el herrumbroso panel colgado de la entrada, produciendo un chirrido
extraño y onírico. Anárquicas tolvaneras recorrieron la polvorienta explanada del aparcamiento, sacudiendo las furgonetas rotuladas y los montones de chatarra oxidada apilada en un extremo de la parcela junto al recinto de los caballos. De improviso se puso a granizar, el granizo golpeó violentamente la uralita de la terraza. Los comensales sintieron una complicidad intimista.
En un extremo del comedor había un comercial de papelería de la Roda, sonrosado, abotargado y cejijunto, que para carnavales se disfrazaba siempre de mujer.
-¡Ahiva, se ha tirao!- comentó con su ronca voz un mecánico tuerto que tenía un ojo blanco azulado como las tripas de un conejo atropellado, viendo en la tele a un desgraciado que se arrojaba al vacío desde lo alto de un edifico en llamas.
-¡Julián, al teléfono!- Se oyó de repente sobre las demás la voz del camarero.
Tras un impás, Julián dejó de comer sus callos con garbanzos y miró al camarero con la boca abierta, extrañado, incrédulo. Una expresión de duda y temor ablandó de súbito su rostro curtido.
-¡Ponte al teléfono, venga, hombre!- le apremió el camarero frunciendo su poblado ceño, en un tono de sincera seriedad poco habitual en él.
Julián sintió frío, un frío interior, premonitorio, como el de un miembro al que se le hiela la sangre bajo el gélido aliento de la muerte.
Se levantó, torpe, cargado de hombros, vencido, y con paso inseguro, con su mono de color butano en cuya espalda llevaba escrito con grandes letras "Don colchón", se dirigió al rincón sombrío junto a la barra y la máquina de tabaco, donde estaba colgado el teléfono de monedas. Sintió opresión en el pecho, los callos con garbanzos le estaban empezando a sentar mal.
El granizo formaba una espesa cortina lechosa que impedía ver la carretera tras la ventana.
Cogió el auricular como si quemara, con la mano húmeda, laxa y tumefacta, y mirando a la camarera que tenía una horrible verruga en su mejilla acartonada y consumida, bajo su estropajoso pelo amarillento como un incunable, se lo puso en la oreja y balbució carraspeando:
"¿Diga?"
LÚMPER
Y baja el paseo de las Delicias con las manos en los bolsillos.
La mirada torva, los morros de simio, cuatro pelos de rata,
las orejas de asno, el rostro cetrino.
Es el héroe de las broncas de bar
y de las adolescentes perdidas.
Prófugo de las berzas y del andamio,
artista del tirón, los trompos, el perjurio y la cocaína
Espera como la luna a que llegue la noche
para acechar con su joroba
a la vuelta de cualquier esquina.
Noble sangre toledana recorre sus venas
desde los desagües hasta las alcantarillas.
Acrisolada esperanza en el futuro:
llega a la plaza Legazpi, se sienta en un banco
y se fuma una china.
PUÑALÁ TRAPERA
"Zarzaquemada....Zarzaquemada...., la Pili la de Zarzaquemada...., hace frío pero los almendros ya están floreciendo..., desde aquí hasta el depósito del gasoil cuatro pasos..., las palomas se acurrucan en el tejado, se van ya a dormir...., ¿quién es esta mujer que me grita como si fuera sordo?"
- ¡Me ha dao recuerdos para ti la Pili la de Zarzaquemada!- le gritó a la oreja la mujer que lo consideraba sordo- ¡Plácido, Plácido, me oyes!-
Plácido, con la cabeza gacha y los ojos muy abiertos, se había quedado otra vez ensimismado contemplando a las hormigas evolucionar por el suelo de tierra, una cargaba con un grano de simiente, otra arrastraba una pata rota, otra daba vueltas deprisa y sin ningún sentido, enloquecida como si quisiera aparearse, hacia arriba y hacia abajo, desorientada, hacia ninguna parte.
¿Quién era? ¿Dónde estaba?
El día estaba muriendo envuelto en un sudario de tristeza. Una montaña de piedras sobre los hombros, un puñado de arena arrojada a los ojos, la vida es una puñalá trapera en los riñones.
- ¿Me oyes?, ¿me oyes?, ¡si no me lo dices no puedo saber si me oyes o no!- Gesticulaba gritando por el móvil, apoyado en la herrumbrosa verja del patio, un individuo enclenque que se parecía a Dustin Hoffman.
Fuera, en la calle, deambulaba un perrito perdido. Husmeaba en la hierba, encogía las orejas cuando ladraban otros perros, y de repente echaba a correr cruzando la carretera ajeno al peligro.
¿Dónde están los míos? ¿Dónde está ella? Parecía que iba a llover. Las palomas se acurrucaban para dormir en las cornisas de los tejados. Desde esta planta de romero hasta el depósito del gasoil cuatro pasos, uno, dos.....no, cinco, me gusta estar aquí fuera, sin gente, con los pájaros y las hormigas, la gente lo ensucia todo, no se merecen nada, ni siquiera el odio, sólo el olvido.
Dentro, los residentes, alineados, inanes, parecían bustos de cera en un museo del terror, la tenue luz del atardecer prendía con un lúgubre resplandor sus rostros cenicientos.
"¡Fies-ta, esta vida es una fies-ta, vamos todos a la fies-ta!" Aullaba la megafonía con una música estridente.
- ¡Vamos, Plácido, camina, mira Conchita qué guapa está!-
Plácido daba unos pasos arrastrando los pies, y de repente se detenía con la mirada perdida en alguna parte.
"...Zarzaquemada...Zarzaquemada...."
- ¿Tú si te mueres donde quieres que te entierren?- Preguntaba un viejo a una vieja que tenía muy mala cara, sin dientes y con los ojos rijosos, y que parecía escurrirse por el asiento de su silla de ruedas.
- ¡Yo en mi pueblo, con mi niña que murió de sida!-
- Ayer vomité los dos yogures que me dieron, digo, llamar a mi hijo, llamar a mi hijo, pero nada, ni caso, estas sólo quieren que me muera para quitarme de en medio, ahora estoy un poco mejor, pero sigo con mal cuerpo-.
Morir, desprenderse del dolor, de la esperanza y de la memoria.
-¡Plácido, Plácido, vamos anda, vamos a dar un paseo hasta los árboles de ahí detrás!-
Recuerdo que había un montón de libros de saldo de poetas desconocidos, de esos que nadie lee, sobre una mesa que parecía un tablón donde se hacían las autopsias antiguamente en los cobertizos de los cementerios.
"Los vientos del sur despiertan la ciudad de Córdoba con sus fragancias...Ya está aquí la muerte y yo sigo vivo."
-¡Plácido, Plácido, que pierdes la zapatilla, coño!-
EL HERMANO MAYOR
Y rebusca en los bolsillos los últimos céntimos,
sucios y apagados como los ojos de los muertos.
Apenas llega a los pedales de su herrumbrosa bicicleta
hecha de remiendos.
Lo esperan sus hermanos como polluelos hambrientos
en un nido abandonado
sin agua corriente ni calor de besos.
Corre, muchacho, con tu pan y tu leche
abriéndote paso en la oscuridad de la noche
como si te llevara el viento.
Que no te derribe la lluvia
ni las embestidas de los elementos,
ni las pedradas del destino,
ni los socavones de la adversidad,
ni las fauces del desaliento.
No hay tregua en esta guerra a muerte
del pobre por seguir viviendo.
ASÍ que tú también eres de cristal,
tú también naufragas como un barco de papel
en medio de una tormenta en alta mar.
Te sientes arrojado como una colilla manchada de carmín.
Dime ¿has probado el ajo de perro
sobre la piel del corazón?,
dicen que los crochés del destino duelen menos.
¿Has probado alguna vez a salir a la calle
con la cabeza levantada?
¡Ay!, no sé porqué me parece que perdiste la guerra
antes de declararla,
y mendigas un trozo de paz
por los devastados campos de batalla,
un instante de belleza,
un poco de calor humano en tu cama solitaria.
LADRÓN DE LAVADORAS
"Les dije, miren señores, vengo a denunciar a un ladrón que me ha roto una silla en las costillas en mi propia casa, aquí tienen ustedes el parte del forense, porque tengo miedo, puñetas, si es que entra en mi casa para robarme cuando le sale de las narices, a ver si se muere de una santa vez, fuerza la puerta o rompe el cristal de la ventana y me revuelve todos los cajones buscando dinero y joyas y llevándose lo primero que pilla a mano después de habérmelo destrozado todo, pero si un día, puñetas, hasta me robó la lavadora, ¿eh?, sí, sí, la lavadora, la lavadora, oye, Prudi, me dijeron las vecinas, y ¿a donde va tu hijo Alfonso con una lavadora por la calle?, digo, ¿con una lavadora?, ¡uy! ¿pero es que también me quiere robar mi lavadora automática el asesino hijoputa este?, así que salí corriendo detrás de él con mi pata coja gritando ¡al ladrón, al ladrón!, hasta que lo alcancé en la esquina del Ahorramás, a dónde vas, ladrón, con mi lavadora, devuélveme la lavadora, puñetas, o te suelto con la muleta, que no te doy la lavadora, que me des mi lavadora ahora mismo o llamo a la policía, que no te doy la lavadora que la lavadora es mía, ¿cómo que es tuya?, sinverguenza, drogadicto, delincuente, energúmeno, si todavía estoy pagando yo las letras, dice esta lavadora también era de mi padre así que la mitad de la lavadora es mía, voy a coger una sierra y la voy a partir por la mitad, digo me vas a devolver la lavadora ahora mismo o te denuncio por ladrón y por drogadicto, y deja de darle patadas a mi lavadora automática, animal, sinvergüenza, monstruo, quítamela si puedes so puta hechizera, me dice, digo si tuviera diez años menos y no tuviese esta pata mala te metía de cabeza ahora mismo en la lavadora y te centrifugaba, que buena falta te hace, cerdo, so guarro, maleante, ojalá te hubiese estrangulao con el cordón umbilical el maldito día en que naciste, so feo, que eres más feo que tu tío Monchito cuando se disfraza de mujer en los carnavales del pueblo, asqueroso, que te huele mal hasta el aliento, y para qué quieres tú una lavadora si vives debajo de un puente y además eres tan inútil que no sabrías ni ponerla en marcha, cuántas lavadoras pusiste tú en mi casa antes de que te echara a la calle, di, puñetas, dice esta lavadora la compró mi padre un día antes de que lo matara el toro, así que también es mía, aunque sólo sea el tambor, la lavadora la compró tu padre, sí, desgraciao, pero soy yo quien la está pagando, así que deja de correr con mi lavadora por la calle que ya le has roto una ruedecilla y le has arrancado el tubo del desagüe, dice con este tubo te tengo que ahorcar, víbora asquerosa, vieja guarra, uy la de cosas que me dijo en un minuto el cabrón hijoputa este, digo ya estás subiendo la lavadora ahora mismo y dejándola en su sitio o te mato aquí mismo con la muleta, rata apestosa, y deja de parpadear que pareces un mochuelo, ¡feo!, quieres tu lavadora, me dice entonces de repente torciendo un ojo, quieres la puta lavadora de los cojones, ¡pues ten tu lavadora!, y de un empujón la tiró por el puente de las vías del tren, ¡ay mi lavadora, ay mi lavadora automática!, ¡asesino, criminal, matamadres, mureco!, y entonces echó a correr detrás de mí como si se hubiera vuelto loco, dándome patadas en el culo, escupiéndome, insultándome y tirándome del moño, que no me dio tiempo ni a cerrar la puerta de mi casa, y tal como entró detrás de mí, que hasta echaba espuma por la boca como un endemoniado, agarró una silla del zaguán y me la rompió en las costillas, el asesino hijodeputa este, es que no quiero saber nada de él, puñetas, mira, no perdono a ese ser, con la denuncia y con el parte médico voy a ir al notario para desheredarlo, que mi Celestinito me ha comprado el código civil y según el artículo ciento cuarenta y seis puedo hacerlo, lo quiero lejos de mi vista, al vago ese, que desaparezca del mapa, a ver si lo atropella el camión de la basura mientras duerme entre los contenedores y se queda pegao al suelo como un gato destripao, puñetas, me han caído diez años encima de repente con este ladrón, pero si hasta se me están cayendo los dientes que los tenía como perlas, me dan ganas de tomarme una caja de barbitúricos y acabar de una vez con esta pesadilla, y si no lo hago es porque luego nadie va a sentir remordimientos, mira, no duermo ni dos horas al día, anoche me acosté a las tres y a las cuatro ya estaba despierta, luego me dormí desde las once hasta las doce, con que tú me dirás, puñetas, ah, y no te cuento cuando me robó el coche que me lo devolvió siniestro total, peor incluso que la lavadora, yo ya no quiero tener ningún vínculo con ese ser despreciable, sólo quiero que desaparezca, así como mi Celestinito, que es la alegría de mi vida, un niño bueno, obediente, siempre sonriendo con su boca llena de dientes, que con cuarenta años que tiene nunca me ha dado un disgusto, no encuentra novia porque es muy gordo el pobre y tiene cara de buitre, con sus gafas de culo de vaso y los forúnculos de la nariz, pero si las chicas supieran lo bueno que es por dentro se lo rifaban, a algunas que vienen a que les eche las cartas para ver si encuentran novio he intentado encasquetárselo, pero luego, cuando lo saco para presentarlo y lo ven ya no vuelven, yo las llamo por teléfono y les digo que tienen que aceptar el destino que les ha deparado las cartas, que el tarot es cosa muy seria, que no pongan excusas, pero una hasta me dijo la muy insolente que prefería meterse monja o acostarse con una mofeta, bueno, allá ellas, ellas se lo pierden, pero el otro, el otro es un sapo inmundo, una rama torcida y estéril del árbol del conocimiento, un ladrón sin respeto por nadie ni por nada, mira, he tenido que comprar otra lavadora sin haber acabado de pagar la anterior, pero de noche me escondo con un cuchillo jamonero detrás de mi lavadora nueva a ver si se atreve a volver a poner los pies en mi casa el demonio degenerao ese, ¡vaya vejez que me espera!, a los buenos hijos se les tiene que querer, yo no te digo que no, pero si te sale un hijo malo como el descomulgao este, es peor que si te saliera un cáncer en el tuétano, más te vale deshacerte de él cuanto antes porque si no te arruinará la vida tarde o temprano, este desnaturalizao es un maldito demonio, pero si ya de pequeño tenía cara de monstruo, puñetas, que hasta en la foto de la comunión parece un orangután asustao, igual que su padre cuando estaba en la mili, con los pelos de rata y con esa verruga en la cara que parecen los testículos de un ratón, yo cuando nació ya me di cuenta del aborto de maldad que había parido, pero su padre no quiso que le aplicara en el cerebro una maquina galvánica de estimulación de electrodos que le compré a un viajante alemán y que me costó cinco millones de los de entonces, y eso que era de madera, porque decía que lo podía achicharrar igual que al probarla había achicharrado a nuetro Kuki, ojalá lo hubiera hecho, más hubiésemos ganado todos, puñetas, mira, le puedo perdonar todo al sinisi ese, hasta que me rompiera la silla en las costillas se lo podría perdonar en un momento dado, que para eso nos lo manda el Señor, pero lo que hizo con mi westinghouse automática aquel día no se lo perdonaré mientras viva, puñetas, así que ten cuidao con los hijos, una vez me quiso robar en el trastero, y como no recordaba qué número era el mío porque estaba drogao perdido, rompió todas las puertas y se coló en el trastero de mi vecina Agapita, y ¿ sabes lo que se llevó el ladrón?...."
ENCUENTRO CASUAL
No vayas a pensar que te vine siguiendo,
para no haberte alcanzado nunca
ya te seguí durante demasiado tiempo.
Yo sólo entré a refugiarme de la lluvia,
no miré hacia ese lado
donde tu belleza sigue ardiendo.
Así que no finjas que no me has visto,
mientras hablas y ríes nerviosa con tus compañeros.
Tus manos siguen siendo palomas, por cierto.
En cuanto escampe un poco me voy,
pero déjame un momento
porque vengo aterido y empapado como un perro.
Ya veo que te has integrado perfectamente en la vida,
mientras yo me abría las venas cada noche
con el filo de tu recuerdo.