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contra las cuerdas

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                                             CONTRA LAS CUERDAS

LA MATERIA OSCURA

LAS FORMAS DEL FUEGO

 

 

 

 

 

 

 

EL DÍA MENOS PENSADO

 

El mesón El Extremeño estaba abarrotado. Obreros del polígono, camioneros, operarios que estaban arreglando las calles y comerciales de paso. El camarero, gordo, sudoroso, con un grueso bigote de guardia civil, iba y venía diblando mesas con varios platos en la mano.

-         ¿Los huevos rellenos?-

-         ¡Pa mí!-

-         ¿Los callos con garbanzos?-

-         ¡Aquí!-

-         ¡Tú qué quieres, tarugo!-

El camarero tenía la cabeza muy grande, parecía un milagro que se sostuviera sobre los hombros. La frente, sin embargo, era estrecha, decorada con un pequeño mechón grasiento que partía desde la calva de la coronilla. La cara hinchada, los ojos pequeños, redondos como botones de mortaja, le brillaban con una expresión socarrona. Llevaba un uniforme como los camareros de las películas del oeste, la camisa blanca, la chaquetilla a rayas rojas y negras, con algún lamparón que otro en la pechera y en las mangas.

Los comensales conversaban animadamente dando grandes voces y destrabando estridentes carcajadas. Parecía la cantina de un cuartel de regulares. Entró en el comedero una pareja, y todos se callaron al unísono para contemplar a la muchacha, que era una morena muy guapa de pelo largo y cuerpo voluptuoso. En el hombre no se fijaron. Por un momento sólo se escuchaban las pisadas de los recién llegados y al locutor que daba las noticias en la tele. Noticias de catástrofes, tragedias, desgracias y fútbol.  

Fuera, el tiempo había empeorado, negros nubarrones comenzaron a copar el cielo y el

viento zarandeaba el herrumbroso panel colgado de la entrada, produciendo un chirrido

extraño y onírico. Anárquicas tolvaneras recorrieron la polvorienta explanada del aparcamiento, sacudiendo las furgonetas rotuladas y los montones de chatarra oxidada apilada en un extremo de la parcela  junto al recinto de los caballos. De improviso se puso a granizar, el granizo golpeó violentamente la uralita de la terraza. Los comensales sintieron una complicidad intimista.

En un extremo del comedor había un comercial de papelería de la Roda, sonrosado, abotargado y cejijunto, que para carnavales se disfrazaba siempre de mujer.

-¡Ahiva, se ha tirao!- comentó con su ronca voz un mecánico tuerto que tenía un ojo blanco azulado como las tripas de un conejo atropellado, viendo en la tele a un desgraciado que se arrojaba al vacío desde lo alto de un edifico en llamas.

-¡Julián, al teléfono!- Se oyó de repente sobre las demás la voz del camarero.

Tras un impás, Julián dejó de comer sus callos con garbanzos y miró al camarero con la boca abierta, extrañado, incrédulo. Una expresión de duda y temor ablandó de súbito su rostro curtido.

-¡Ponte al teléfono, venga, hombre!- le apremió el camarero frunciendo su poblado ceño, en un tono de sincera seriedad poco habitual en él.

Julián sintió frío, un frío interior, premonitorio, como el de un miembro al que se le hiela la sangre bajo el gélido aliento de la muerte.

Se levantó, torpe, cargado de hombros, vencido, y con paso inseguro, con su mono de color butano en cuya espalda llevaba escrito con grandes letras "Don colchón", se dirigió al rincón sombrío junto a la barra y la máquina de tabaco, donde estaba colgado el teléfono de monedas. Sintió opresión en el pecho, los callos con garbanzos le estaban empezando a sentar mal.

El granizo formaba una espesa cortina lechosa que impedía ver la carretera tras la ventana.

Cogió el auricular como si quemara, con la mano húmeda, laxa y tumefacta, y mirando a la camarera que tenía una horrible verruga en su mejilla acartonada y consumida, bajo su estropajoso pelo amarillento como un incunable, se lo puso en la oreja y balbució carraspeando:

"¿Diga?"  

 

 

 

 

LÚMPER

Y baja el paseo de las Delicias con las manos en los bolsillos.

La mirada torva, los morros de simio, cuatro pelos de rata,

las orejas de asno, el rostro cetrino.

Es el héroe de las broncas de bar

y de las adolescentes perdidas.

Prófugo de las berzas y del andamio,

artista del tirón, los trompos, el perjurio y la cocaína

Espera como la luna a que llegue la noche

para acechar con su joroba

a la vuelta de cualquier esquina.

Noble sangre toledana recorre sus venas

desde los desagües hasta las alcantarillas.

Acrisolada esperanza en el futuro:

llega a la plaza Legazpi, se sienta en un banco

y se fuma una china.

 

 

 

 

PUÑALÁ TRAPERA

 

"Zarzaquemada....Zarzaquemada....,  la Pili la de Zarzaquemada...., hace frío pero los almendros ya están floreciendo..., desde aquí hasta el depósito del gasoil cuatro pasos..., las palomas se acurrucan en el tejado, se van ya a dormir...., ¿quién es esta mujer que me grita como si fuera sordo?"

-         ¡Me ha dao recuerdos para ti la Pili la de Zarzaquemada!- le gritó a la oreja la mujer que lo consideraba sordo- ¡Plácido, Plácido, me oyes!-

Plácido, con la cabeza gacha y los ojos muy abiertos, se había quedado otra vez ensimismado contemplando a las hormigas evolucionar por el suelo de tierra, una cargaba con un grano de simiente, otra arrastraba una pata rota, otra daba vueltas deprisa y sin ningún sentido, enloquecida como si quisiera aparearse, hacia arriba y hacia abajo, desorientada, hacia ninguna parte.

¿Quién era? ¿Dónde estaba?

El día estaba muriendo envuelto en un sudario de tristeza. Una montaña de piedras sobre los hombros, un puñado de arena arrojada a los ojos, la vida es una puñalá trapera en los riñones.

-         ¿Me oyes?, ¿me oyes?, ¡si no me lo dices no puedo saber si me oyes o no!- Gesticulaba gritando por el móvil, apoyado en la herrumbrosa verja del patio, un individuo enclenque que se parecía a Dustin Hoffman.

Fuera, en la calle, deambulaba un perrito perdido. Husmeaba en la hierba, encogía las orejas cuando ladraban otros perros, y de repente echaba a correr cruzando la carretera ajeno al peligro.

¿Dónde están los míos? ¿Dónde está ella? Parecía que iba a llover. Las palomas se acurrucaban para dormir en las cornisas de los tejados.  Desde esta planta de romero hasta el depósito del gasoil cuatro pasos, uno, dos.....no, cinco, me gusta estar aquí fuera, sin gente, con los pájaros y las hormigas, la gente lo ensucia todo, no se merecen nada, ni siquiera el odio, sólo el olvido.

Dentro, los residentes, alineados, inanes, parecían bustos de cera en un museo del terror, la tenue luz del atardecer prendía con un lúgubre resplandor sus rostros cenicientos.

"¡Fies-ta, esta vida es una fies-ta, vamos todos a la fies-ta!" Aullaba la megafonía con una música estridente.

                - ¡Vamos, Plácido, camina, mira Conchita qué guapa está!-

 Plácido daba unos pasos arrastrando los pies, y de repente se detenía con la mirada perdida en alguna parte.

"...Zarzaquemada...Zarzaquemada...."

-         ¿Tú si te mueres donde quieres que te entierren?- Preguntaba un viejo a una vieja que tenía muy mala cara, sin dientes y con los ojos rijosos, y que parecía escurrirse por el asiento de su silla de ruedas.

-         ¡Yo en mi pueblo, con mi niña que murió de sida!-

-         Ayer vomité los dos yogures que me dieron, digo, llamar a mi hijo, llamar a mi hijo, pero nada, ni caso, estas sólo quieren que me muera para quitarme de en medio, ahora estoy un poco mejor, pero sigo con mal cuerpo-.

Morir, desprenderse del dolor, de la esperanza y de la memoria.

-¡Plácido, Plácido, vamos anda, vamos a dar un paseo hasta los árboles de ahí detrás!-

Recuerdo que había un montón de libros de saldo de poetas desconocidos, de esos que nadie lee, sobre una mesa que parecía un tablón donde se hacían las autopsias antiguamente en los cobertizos de los cementerios.

"Los vientos del sur despiertan la ciudad de Córdoba con sus fragancias...Ya está aquí la muerte y yo sigo vivo."

-¡Plácido, Plácido, que pierdes la zapatilla, coño!-

 

 

 

 

   

 

 

 

 

      EL HERMANO MAYOR

 

Y rebusca en los bolsillos los últimos céntimos,

sucios y apagados como los ojos de los muertos.

Apenas llega a los pedales de su herrumbrosa bicicleta

hecha de remiendos.

Lo esperan sus hermanos como polluelos hambrientos

en un nido abandonado

sin agua corriente ni calor de besos.

Corre, muchacho, con tu pan y tu leche

abriéndote paso en la oscuridad de la noche

como si te llevara el viento.

Que no te derribe la lluvia

ni las embestidas de los elementos,

ni las pedradas del destino,

ni los socavones de la adversidad,

ni las fauces del desaliento.

No hay tregua en esta guerra a muerte

del pobre por seguir viviendo.  

 

 

 

 

 

ASÍ que tú también eres de cristal,

tú también naufragas como un barco de papel

en medio de una tormenta en alta mar.

Te sientes arrojado como una colilla manchada de carmín.

Dime ¿has probado el ajo de perro

sobre la piel del corazón?,

dicen que los crochés del destino duelen menos.

¿Has probado alguna vez a salir a la calle

con la cabeza levantada?

¡Ay!, no sé porqué me parece que perdiste la guerra

antes de declararla,

y mendigas un trozo de paz

por los devastados campos de batalla,

un instante de belleza,

un poco de calor humano en tu cama solitaria.

 

 

 

 

 

 

 

LADRÓN DE LAVADORAS

 

"Les dije, miren señores, vengo a denunciar a un ladrón que me ha roto una silla en las costillas en mi propia casa, aquí tienen ustedes el parte del forense, porque tengo miedo, puñetas, si es que entra en mi casa para robarme cuando le sale de las narices, a ver si se muere de una santa vez, fuerza la puerta o rompe el cristal de la ventana y me revuelve todos los cajones buscando dinero y joyas y llevándose lo primero que pilla a mano después de habérmelo destrozado todo, pero si un día, puñetas, hasta me robó la lavadora, ¿eh?, sí, sí, la lavadora, la lavadora, oye, Prudi, me dijeron las vecinas, y ¿a donde va tu hijo Alfonso con una lavadora por la calle?, digo, ¿con una lavadora?, ¡uy! ¿pero es que también me quiere robar mi lavadora automática el asesino hijoputa este?, así que salí corriendo detrás de él con mi pata coja gritando ¡al ladrón, al ladrón!, hasta que lo alcancé en la esquina del Ahorramás, a dónde vas, ladrón, con mi lavadora, devuélveme la lavadora, puñetas, o te suelto con la muleta, que no te doy la lavadora, que me des mi lavadora ahora mismo o llamo a la policía, que no te doy la lavadora que la lavadora es mía, ¿cómo que es tuya?, sinverguenza, drogadicto, delincuente, energúmeno, si todavía estoy pagando yo las letras, dice esta lavadora también era de mi padre así que la mitad de la lavadora es mía, voy a coger una sierra y la voy a partir por la mitad, digo me vas a devolver la lavadora ahora mismo o te denuncio por ladrón y por drogadicto, y deja de darle patadas a mi lavadora automática, animal, sinvergüenza, monstruo, quítamela si puedes so puta hechizera, me dice, digo si tuviera diez años menos y no tuviese esta pata mala te metía de cabeza ahora mismo en la lavadora y te centrifugaba, que buena falta te hace, cerdo, so guarro, maleante, ojalá te hubiese estrangulao con el cordón umbilical el maldito día en que naciste, so feo, que eres más feo que tu tío Monchito cuando se disfraza de mujer en los carnavales del pueblo, asqueroso, que te huele mal hasta el aliento, y  para qué quieres tú una lavadora si vives debajo de un puente y además eres tan inútil que no sabrías ni ponerla en marcha, cuántas lavadoras pusiste tú en mi casa antes de que te echara a la calle, di, puñetas, dice esta lavadora la compró mi padre un día antes de que lo matara el toro, así que también es mía, aunque sólo sea el tambor, la lavadora la compró tu padre, sí, desgraciao, pero soy yo quien la está pagando, así que deja de correr con mi lavadora por la calle que ya le has roto una ruedecilla y le has arrancado el tubo del desagüe, dice con este tubo te tengo que ahorcar, víbora asquerosa, vieja guarra, uy la de cosas que me dijo en un minuto el cabrón hijoputa este, digo ya estás subiendo la lavadora ahora mismo y dejándola en su sitio o te mato aquí mismo con la muleta, rata apestosa, y deja de parpadear que pareces un mochuelo, ¡feo!, quieres tu lavadora, me dice entonces de repente torciendo un ojo, quieres la puta lavadora de los cojones, ¡pues ten tu lavadora!, y de un empujón la tiró por el puente de las vías del tren, ¡ay mi lavadora, ay mi lavadora automática!, ¡asesino, criminal, matamadres, mureco!, y entonces echó a correr detrás de mí como si se hubiera vuelto loco, dándome patadas en el culo, escupiéndome, insultándome y tirándome del moño, que no me dio tiempo ni a cerrar la puerta de mi casa, y tal como entró detrás de mí, que hasta echaba espuma por la boca como un endemoniado, agarró una silla del zaguán y me la rompió en las costillas, el asesino hijodeputa este, es que no quiero saber nada de él, puñetas, mira, no perdono a ese ser, con la denuncia y con el parte médico voy a ir al notario para desheredarlo, que mi Celestinito me ha comprado el código civil y según el artículo ciento cuarenta y seis puedo hacerlo, lo quiero lejos de mi vista, al vago ese, que desaparezca del mapa, a ver si lo atropella el camión de la basura mientras duerme entre los contenedores y se queda pegao al suelo como un gato destripao, puñetas, me han caído diez años encima de repente con este ladrón, pero si hasta se me están cayendo los dientes que los tenía como perlas, me dan ganas de tomarme una caja de barbitúricos y acabar de una vez con esta pesadilla, y si no lo hago es porque luego nadie va a sentir remordimientos, mira, no duermo ni dos horas al día, anoche me acosté a las tres y a las cuatro ya estaba despierta, luego me dormí desde las once hasta las doce, con que tú me dirás, puñetas, ah, y no te cuento cuando me robó el coche que me lo devolvió siniestro total, peor incluso que la lavadora, yo ya no quiero tener ningún vínculo con ese ser despreciable, sólo quiero que desaparezca, así como mi Celestinito, que es la alegría de mi vida, un niño bueno, obediente, siempre sonriendo con su boca llena de dientes, que con cuarenta años que tiene nunca me ha dado un disgusto, no encuentra novia  porque es muy gordo el pobre y tiene cara de buitre, con sus gafas de culo de vaso y los forúnculos de la nariz, pero si las chicas supieran lo bueno que es por dentro se lo rifaban, a algunas que vienen a que les eche las cartas para ver si encuentran novio he intentado encasquetárselo, pero luego, cuando lo saco para presentarlo y lo ven ya no vuelven, yo las llamo por teléfono y les digo que tienen que aceptar el destino que les ha deparado las cartas, que el tarot es cosa muy seria, que no pongan excusas, pero una hasta me dijo la muy insolente que prefería meterse monja o acostarse con una mofeta, bueno, allá ellas, ellas se lo pierden, pero el otro, el otro es un sapo inmundo, una rama torcida y estéril del árbol del conocimiento, un ladrón sin respeto por nadie ni por nada, mira, he tenido que comprar otra lavadora sin haber acabado de pagar la anterior, pero de noche me escondo con un cuchillo jamonero detrás de mi lavadora nueva a ver si se atreve a volver a poner los pies en mi casa el demonio degenerao ese, ¡vaya vejez que me espera!, a los buenos hijos se les tiene que querer, yo no te digo que no, pero si te sale un hijo malo como el descomulgao este, es peor que si te saliera un cáncer en el tuétano, más te vale deshacerte de él cuanto antes porque si no te arruinará la vida tarde o temprano, este desnaturalizao es un maldito demonio, pero si ya de pequeño tenía cara de monstruo, puñetas, que hasta en la foto de la comunión parece un orangután asustao, igual que su padre cuando estaba en la mili, con los pelos de rata y con esa verruga en la cara que parecen los testículos de un ratón, yo cuando nació ya me di cuenta del aborto de maldad que había parido, pero su padre no quiso que le aplicara en el cerebro una maquina galvánica de estimulación de electrodos que le compré a un viajante alemán y que me costó cinco millones de los de entonces, y eso que era de madera,  porque decía que lo podía achicharrar igual que al probarla había achicharrado a nuetro Kuki, ojalá lo hubiera hecho, más hubiésemos ganado todos, puñetas, mira, le puedo perdonar todo al sinisi ese, hasta que me rompiera la silla en las costillas se lo podría perdonar en un momento dado, que para eso nos lo manda el Señor, pero lo que hizo con mi westinghouse automática aquel día no se lo perdonaré mientras viva, puñetas, así que ten cuidao con los hijos, una vez me quiso robar en el trastero, y como no recordaba qué número era el mío porque estaba drogao perdido, rompió todas las puertas y se coló en el trastero de mi vecina  Agapita, y ¿ sabes lo que se llevó el ladrón?...."

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

    ENCUENTRO CASUAL

 

    No vayas a pensar que te vine siguiendo,

    para no haberte alcanzado nunca

    ya te seguí durante demasiado tiempo.

    Yo sólo entré a refugiarme de la lluvia,

    no miré hacia ese lado

    donde tu belleza sigue ardiendo.

    Así que no finjas que no me has visto,

    mientras hablas y ríes nerviosa con tus compañeros.

    Tus manos siguen siendo palomas, por cierto.

    En cuanto escampe un poco me voy,

    pero déjame un momento

    porque vengo aterido y empapado como un perro.

    Ya veo que te has integrado perfectamente en la vida,

    mientras yo me abría las venas cada noche

    con el filo de tu recuerdo.

 

 

 

 

 

 

EL MENDIGO DE ARGÜELLES

 

Dime, ¿qué tortuosos caminos te han conducido hasta aquí?

¿Fue una tragedia familiar?

¿fue el veneno de una mujer?

¿o es que naciste condenado como un árbol torcido

que no encuentra el cielo hacia donde crecer?

Te rodea un silencio ensordecedor

que huele a meados y a angustia,

mientras las parejas pasan abrazadas hacia el cine

y se enciende el neón de los bares

que hace refulgir la lluvia sobre las aceras.

La vida es un azogue constante de miseria,

ahogando siempre ese grito rebelde

que rompa en mil pedazos todas las cadenas.

Me temo que ya pasó el tiempo de los milagros,

cada día queda menos de humano

en esa expresión asustada y cenicienta.

Mendigo te levantas cada mañana,

y cada noche mendigo te acuestas.

 

 

 

 

 

 

 

 

MARIPOSA DE CENIZA

 

Y ondula como una llama bajo la tenue luz del saxofón.

Todas las formas del fuego arden sobre esa baldosa

donde proyecta su foco el neón. .

No te acerques demasiado a su belleza,

esa sonrisa desmayada quema la piel más que el fuego del sol.

No deberías estar aquí,

amarrado al duro banco de su radiante juventud.

Ya son las tres de la mañana

y has perdido el último autobús.

Transcurre la noche como una extraña danza de seducción.

Sientes clavarse en tu sangre las ascuas de esos ojos

que parecen mirar la lluvia tras la ventanilla de un tren,

las brasas de sus pechos, el fulgor de su pelo,

sus rojos labios entreabiertos...

Mientras entre trago y trago te preguntas

hasta cuando aguantará tu corazón.

Mira que con los años fermenta veneno la miel de la ternura

y se transforma en mariposa de ceniza

la crisálida de la pasión.   

 

 

 

JUANITO CARROCHANO

Jamás manchó sus manos

con la deshonrosa penitencia del trabajo.

Se le recordará al final de la barra del bar,

el ojo torcido, el vaso en la mano,

alto, hierático, como una estatua,

mientras la sombra va lamiendo

las fachadas de las casas

y se pliegan y se despliegan

sobre las mesas de formica

los abanicos de cartas.

Viejo hurón de fino olfato

en los puticlubs de carretera

a las tres de la mañana.

Una mano en el paraíso de una teta,

la otra pellizcando el edén de una nalga.

Retumba en pos de la posteridad

el trueno de sus huecas palabras,

riendo, de regreso al pueblo,

con sus ilustres camaradas,

encofrado en el asiento trasero del coche,

empujando el respaldo, tirándose un pedo

y estirando la pata.

Un grosero regüeldo recorre el yermo

desde la nada hasta la nada.

 

 

 

 

23 DE ABRIL DE 2005

 

La vieja murió de madrugada.

Un solemne amanecer ardía,

como el cirio de un féretro, tras la ventana.

La hija, en silencio, contraídos los labios

y secos los ojos de lágrimas,

fue guardando en una bolsa de plástico

las últimas huellas de una vida:

el vestido de viuda, las zapatillas raídas,

las fotos de los nietos,

y una estampa de una virgen doliente

con los ojos vueltos hacia un cielo de mentira.

Apenas nada más.

Por el pasillo, las enfermeras,

con pasos duros como corazas,

hablando, susurrando, riendo,

iban y venían.

 

 

 

 

 

 

 

CRISTO DE MEDINACELI

Es el cristo de los desamparados,

de los vencidos, de los olvidados,

de los tullidos, de los tarados,

de los malditos, de los desahuciados...

Es el cristo de la muerte y de la sangre,

del dolor y de la soledad.

De la puta por los rastrojos,

del perro bajo la lluvia,

de los atardeceres en una cama de hospital.

Es el cristo de las vidas rotas

como huesos machacados,

de la sed en el desierto,

aunque te escondas debajo de la tierra

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                                  AUNQUE TE ESCONDAS BAJO TIERRA

 

Con lo que yo hice por ella, chacho, pero te ha faltao de algo, chiquilla, la cubrí de oro, de vestidos, la tenía como una reina, le pagué hasta el carné de conducir, aunque luego nunca cogió un coche, la puta chalá aquella, total que to era mu bonito hasta mató a mi hijo, cuidate, Anita, hija, le decía yo, que vas a perder a la criatura, la criatura no se pierde, está ahí dentro, y, ¡ala!, se lanzaba de bomba a la piscina, dice me voy al pueblo con mi hermana, su hermana vivía en Siruela, en Badajoz, con un moraco, así que qué se podía esperar de ese pendón, me voy con mi hermana a recuperarme del aborto,  a recuperarse sí, a no parar de chingar con todos los moros del pueblo, la cacho puta, que con los españoles no tenía bastante, luego me llamó después del verano porque quería volver, y yo diciendo pa mis adentros qué hago qué no hago, la recogí otra vez, la recogí, sí, pero ya estaba escarmentao, la tenía barriendo y fregando y lavándome los calzoncillos mientras yo me iba de juerga todas las noches, cuando llegaba me la encontraba llorando, y qué te pasa, prima, es que un hombre no tiene derecho a  emborracharse libremente con sus amigos cuando le salga de los cojones, pa eso trabajo to el puto día como un burrico, que entonces estaba currando en la obra con mi hermano, me las vas a pagar todas juntas, pensaba yo, mala puta, que hasta estuve preso por tu culpa cuando le corté la oreja a tu padre, llego y la veo llorando en la calle sangrando por la nariz como una gorrina, digo qué te pasa, Anita, quien te ha pegao, tienes la nariz rota como un boxeador, digo dímelo ahora mismo, porque si son cosas de mujeres cada una que saque lo que pueda, pero si ha sio un hombre le corto una oreja ahora mismo al hijoputa que haya sio, dice ha sio mi padre, Toni, que le pega palizas a mi madre todos los días cuando se emborracha y en una de esas me ha dao un puñetazo a mí por defender a mi vieja, digo a tu madre que le pegue to lo que quiera, que pa eso es su mujer, ahí yo no me meto, pero a ti no te va a volver a tocar el pelo nunca más ese perro piejoso, así que agarré el jamonero y me fui a buscarlo, furioso pero templao, digo qué le has hecho a la Anita, cabronazo, cobarde, lo que le has hecho a la Anita házselo a un  hombre si tienes cojones, no te escondas detrás de la puerta, mariconazo, digo ahora vas a coger toda tu ropa, Anita, y te vas a venir conmigo, y dice el nota desde detrás de la puerta pero qué me vas a dar tú por ella, muerto de hambre, quinqui, que tu madre era una puta paya, que ni siquiera eres gitano de verdá, que no te quieren ni los payos ni te queremos los calós, que no tienes ni donde caerte muerto, y entonces fue cuando me dio una cosa así en la cabeza que tiré la puerta abajo de una patá y lo agarré por el cuello y le corté la oreja con el jamonero, que estuve un año preso, y cuando salí, la Anita, que se había ido a vivir con su hermana, me estaba esperando, no paraba de llorar, no sé si de alegría o de pena, total que con nuestras cosas en una mochila nos pusimos a dar vueltas por ahí pidiendo limosna y durmiendo en los portales o debajo un puente, hasta que un colega de Móstoles que se llamaba Camorra, me dijo mira, Toni, esos pisos de enfrente llevan vacíos más de un año, así que sin pensármelo dos veces cogí un mazo y hice un boquete y nos colamos dentro, allí estuvimos viviendo cuatro años, hasta que nos dieron un piso por la asistenta social, una mierda de piso que tenia hasta la cisterna del baño rota, que estos payos quieren to lo bueno pa ellos solos, ole, como yo estaba con la condicional no quería pringarme y empecé a ganarme la vida honradamente, algún trapicheo y algún palo que otro sí que daba, pa qué vamos mentir ahora, pa seguir entrenao más que na, pero cosa de poco, perico en los colegios y alguna tiendecilla de barrio con alguna viejecilla sola, una vecina que le gustaba yo porque se ponía desnuda en la terraza a tomar el sol, aunque no hiciese sol,  cuando sabía que yo la estaba mirando, me regaló una bici un día que fui a pedirle que me dejara la carretilla, digo pero si esta es la bici de tu chiaval, Pasión, dice mi chaval ya casi no la usa, llévatela tú que le vas a sacar más partido, digo pero si por esta bici te pueden dar hasta tres mil duros, mujer, dice quédatela tú Toni, y de esto y de lo otro no le digas nada a nadie, con la bici mi vida cambió, iba a los chinos del Cobo Calleja y compraba mecheros que luego vendía por ahí, cuando hacía buen tiempo cogía los caminos y llegaba casi hasta Extremadura, cuando me pillaba la noche paraba en cualquier descampao o buscaba una turní y me tumbaba en un cartón que llevaba enrollao en el soporte y a dormir se ha dicho, luego un día cogí una matipén de muerte y perdí un pedal, no sé que pasó con el puto pedal de los cojones, yo creo que ya estaba flojo cuando me dio la bicicleta la puta asquerosa aquella, tenía que subir las cuestas con un solo pedal, así que me dije ay jambo qué duro es esto del ciclismo, a tomar por culo, y tiré la puta bici por un barranco, dije pa qué quiero yo una bici si puedo tener to los bugas que quiera, es que me he vuelto gilipollas de repente o qué, y cuando volví a mi keli la puta de la Anamari se había ido otra vez, había sacao to el parné de la libreta, casi un millón de los de entonces, y me dejó la mitad del dinero en un sobre en la mesita de noche con una nota que me dijo mi hermano que ponía que se volvía otra vez a Extremadura con su hermana y que me quería pero que había conocido a un moro que se llamaba Rachid que le gustaba más que yo, entonces me volví loco de remate, chacho, y me fui a por ella con un amoto muy guapo que le robé a un nota que estaba repartiendo paquetes, digo aunque te escondas debajo de la tierra voy a ir a por ti, mala puta, de Toni Cruz no se ríe nadie, así que pensando la mato o no la mato entré en el pueblo a toa ostia, a media tarde sería, buscándola ciego de rabia por donde me habían dicho que andaba, hasta que la vi subía en un borrico de madera blanqueando con otras mujeres la casa del cura, sin decir na y sin parar la bultaco la agarré por la cintura y la puse atravesá en el depósito de la gasolina y salí con ella de najas por más patás que diera y por más que gritara y mordiera la mala puta aquella, las otras mujeres se quedaron mudas, y mirándome así como liebres deslumbrás, luego la puta de la Anamari  se fue calmando, y parece ser, chacho, que aquello le gustó porque luego en la keli se puso más tierna que una vaca, yo no sé si pa que no la matara o qué, decía ahora sé que me quieres, Toni, sabía que ibas a venir a por mí, pensé to las mujeres están chalás perdías, coño, no hay quien las entienda, sí, sí, te quiero, igual que querías tú a mi hijo cuando te tirabas de bomba a la piscina, cacho puta, pero ella no sabía que yo estaba liao con otra gachí desde hacía tiempo, un rollo mu bonito, chacho, que luego se acabó cuando el marido se vino a buscarla desde Guinea, y la puta de la Anita que vuelve a hacerme de las suyas, la muy puta hasta me puso una denuncia falsa porque decía que yo le había dao un bofetón, digo un bofetón, so zorra, digo yo si me pongo te maro como a una mosca, mala puta, que lo único que buscas es arruinarme la vida, y ya ves tú que si me la arruinó, chacho, que cuando me dejó la última vez  estuve más de dos años desesperao perdío, que no parecía ni un hombre, que una vez vi a una tía que se parecía a ella cruzando un semáforo y me fui con el buga derecho a por ella que si no llega a tirar las bolsas del carrefur no la salva ni dios, no podía dormir por las noches, unas veces la chavola me parecía una nave así gigante  y yo mu pequeño y otras veces me parecía más pequeña que un ataúl, que no podía ni respirar, me quería ahorcar, la imaginaba con otro, con el nota ese del Kokimbo y parecía ser que se me abrían las carnes y la sangre me hervía y me salía humo de sangre por los ojos, miraba a mi alrededor y me sentía más solo que un perro sin amo, lleno de miedo, sin esperanza, que no encontraba alegría ni en la droga, ni en las lumis, ni en el alcohol ni en los atracos ni en la familia ni en na, hay que seguir viviendo, jambo, me decía mi hermano Deo cuando me veía así con la mirada perdía y desanimao como un muerto sin sepultar, decía ahora vamos a ir yo y tú a dar un palo en una farmacia y después yo y tú nos vamos a Torrero a ver a padre, digo seguir viviendo, chacho, yo ya no sé lo que es vivir desde que esa mala puta me dejó, el día menos pensao me mato con el coche o me pego un tiro o se lo pego a alguien que no tenga culpa de na, me cago en sus malos muertos!.

 

 

    

 

 

 

 

 

 

 

 

 

demasiados tiros

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                                     DEMASIADOS TIROS

                 

Abrió los ojos a la luz fluorescente de la habitación. ¿Dónde estoy? Miró por la ventana. O llevo mucho tiempo dormido o ésta no es mi chavola. Donde ahora está ese desguace antes había un campo con naranjales, y más allá, por donde ahora pasa aquella autopista, antes estaba el mar. Además esta debe de ser una quinta o una sexta planta, y esto parece la habitación de un hospital. Me tira la piel de la cara como si me  estuviera arañando un gato. Lo último que recuerdo es que volvía con el Wili, el de Parla, de corrernos una juerga con unas guiris en Torrevieja. Te estás quedando dormido, chacho, le dije al Wili, no me extraña con tantos tiros como nos metimos anoche, para en esa gasolinera y déjame que coja yo el coche, pero cómo vas a coger tú el coche, Toni, si no tienes carné, tú no sabes conducir este buga, no, yo no sé conducir, no, chacho, yo sé pilotar, pero si llevo pilotando berés por el poblao desde que era un chinarro, estampé un supermirafiori contra una joyería en Villaverde, y un alfa romeo contra una perfumería en Leganés, yo no conduzco, yo piloto, así que lo convencí para que me dejara coger el volante, recuerdo que estábamos llegando a Albacete, se conoce que el que se quedó dormido fui yo, demasiados tiros en el cuerpo, joder, y aquí estoy ahora, ¿qué le habrá pasado al Wili?. Qué tías más buenas, coño, lo que hace la guita, una se parecía a la finlandesa aquella. Qué rica estaba la finlandesa aquella, qué culo y qué tetas tenía la hijaputa, y la piel como si la tuviera todavía en leche, decía que quería tener un hijo mío, pero que le tenía que firmar un papel renunciando a todos los derechos, quería el churumbel para ella sola, un cruce de jambo y finlandesa, je, je,je, no puedo reír, ostias, cosas más raras se han visto por ahí, se lo conté a la Anamari y se partía de risa, menudo pedazo de puta la Anamari de los huevos, perdió al chaval por no cuidarse, se tiraba de panzá a la piscina y yo le decía hija, ten cuidao que estás de cuatro meses, que vas a perder a la criatura, dice a la criatura no le pasa na, y una noche me despierta y me dice Toni, estoy sangrando, así que la llevé al hospital y le dije al nota, mirar a ver que le pasa a ésta, y me dice el nota y tú quien eres, digo cómo que quien soy yo, que quien soy yo, digo si te meto un chairazo te saco el hígado por la boca, cacho julai, yo soy el padre de esa criatura que lleva en la barriga, y luego la vi en la habitación, sentá en un sillón verde llorando, que se parecía a la Gono cuando se sentaba como una reina en su sillón con los muelles fuera, en un descampao cerca del rancho del cordobés, entre jeringuillas y  mierdas de yonki, a esperar a los clientes que ya no llegaban nunca, yo ya supe entonces que había perdido a la criatura, por no cuidarse, la muy zorra, lo ves, por no cuidarte has matao a mi hijo, me cago en mi puta vida, te voy a reventar, así que a partir de entonces todo empezó a ir mal, le dio por la bebida y yo cuando llegaba de la chatarra no encontraba nada de comida en la nevera, que a mí siempre me gustaba cuando llegaba de currar untar un poco de pan con aceite y un tomate con unas cuantas rodajas de jamoncito del bueno, en la nevera sólo había botellas de cerveza, y ella borracha y riendo y llorando espatarrá en el sofá, y un día me dijo el pedazo de putón verbenero Toni, estoy saliendo con otro tío, tienes que irte de la casa, así, sin ningún respeto, que me recordó a mi madre hablándole a mi padre, que era la única que no quería llamarlo nunca de usté, irme yo de mi keli, so zorra, tú eres la que te vas a ir pero al cementerio de una mojá que te meta, y ¿quién es el nota, so puta? dice es el camarero del Kokimbo, y entonces ahí sí que me volví loco y la cogí por el cuello y empecé a apretar que si no llega mi hermano en ese momento determinado la había amulao como a un jojoí a la mala puta aquella, déjala Toni, gritaba mi hermano sujetándome por los brazos, no te pierdas por esta guarra, anda, vámonos  yo y tú a tomar algo por ahí , vamos a comernos yo y tú ahora mismo unos zarajos y a bebernos una garrafa de tintorro en la bodega de Jose, y así me cameló, pero antes me puse a tirar sus bragas y sus sujetadores por la ventana como si me hubiera vuelto loco, un tanga le cayó en la cabeza a Pirroli el barrendero mientras se estaba fumando un puro apoyao en una farola con su barrigón y su escoba en la mano, después cuando volví, hasta el culo de vino, ella se había ido del piso, yo la esperé, la esperé de día y de noche porque después de todo no podía vivir sin ella, su olor estaba por toda la casa, y la cuna que yo le había hecho al nano con tablas y cosas de la chatarra, vacía para siempre, oye, chacho, la veía de repente así entre una luz como si fuera una fantasma, y más cuando me ponía ciego de mierda, hasta que ya no pude más y la llamé al móvil, mira, Anita, le dije temblándome la voz y las piernas como en ningún atraco me han temblao jamás, te espero para hablar contigo en la esquina del quiosco, te espero hasta las doce, ni un minuto más, dice, vale, ya veré yo lo que tengo que hacer, digo pero ¿vas a venir o no?, y entonces se cortó el teléfono. Esperé y esperé hasta las doce, hasta la una, hasta las dos, hasta las tres, que me escocían los ojos como si me hubieran echao pimienta, y sentía un fuego así en el pecho como si me hubieran descerrajao un tiro, oí el cierre del quiosco que parecía una guillotina cortándome el cuello, pasaban los coches, los autobuses, la gente, pero ella ya no volvió nunca, me cago en sus muertos. Después el cabrón del juez le dejó el piso a ella y yo tenía que dormir en la calle o en algún coche que afanaba, porque tampoco tenía dinero pa una pensión porque había perdío también el curro en la cerrajería, porque siempre andaba borracho o drogao perdío por culpa de esa mala puta, después de una borrachera de muerte hasta me quemé la muñeca donde llevaba tatuao su nombre sobre las venas, así de chalao estaba, chalao por ella, así que loco perdío, sin saber lo que hacía, me puse a andar y a andar por los caminos hasta que vi en medio del campo una caseta de la luz y me quedé a vivir allí, como la puerta no se podía cerrar del todo tenía que dormir con la puerta entreabierta, mi hermano me había dao una herramienta que enterré cerca de allí, envuelta en una bolsa de plástico,  pero luego me la quitó porque dijo que me veía muy mal y que no quería que perdiera la cabeza y me pegara un tiro o se lo pegara a algún inocente, que me metiera con él de curriqué a ver si me centraba un poco, yo le dije que me la dejara, que quería atracar un banco, que por qué no dábamos algún palo juntos, como cuando atracamos a los chinos, recuerdo que entramos a la tienda para venderles un móvil, yo, mi hermano Deo y un colega payo de Humanes, con el que entré en el Hiper Usera por el tejao, cuando se rompió la uralita y yo al caer al vacío me rompí la pierna y encima estuve tres meses preso, le pedimos al chino cincuenta euros por la busberri, pero cuando vimos a la china abrir una bolsa llena de billetes, mi colega y yo nos miramos como diciendo vamos, pues vamos, no tenemos nada que perder, mi colega le soltó una patá en la boca al chino y yo le puse un cúter en el cuello a la china y nos llevamos casi medio kilo a repartir entre los tres, luego tiramos cada uno por su lao, yo me teñí el pelo como cuando atracamos la caixa de Torrejón, qué fuerte fue aquello, chacho, salí a la calle agarrando al director por el cuello con la fusca apuntándole a la cabeza y mi hermano me gritaba desde dentro chita, jambo, no salgas,  que estos perros de la pestañó te pegan un tiro por la espalda y te matan como a un perro, pero sabían que si me pegaban un tiro yo mataba al nota aquel, así que se pusieron a dar vueltas con los helicópteros sobre nuestras cabezas, pero al final pudimos escapar yo y mi hermano, aunque al Alpargatón lo pillaron y luego le reventaron las tripas en la comisaría. Anda que no me pegué yo juergas y borracheras con lo del golpe aquel, y toda la farlopa y todas las gachís que quería, fue entonces cuando me compré el pajorán y el crucifijo de sonacay,  que luego la puta de la Anamari se quedó con ellos, no sé donde están, me dijo después de mucho tiempo, cuando ya no estábamos juntos, digo sí, se escaparon del cajón de la mesita de noche y saltaron por la ventana, digo los has empeñao pa mantener a tu chulo, que no sabe mas que roncar como un búfalo, que desde que vendió el bar y os fuisteis al pueblo está siempre tan borracho que no puede ni tenerse en pie, dice pues que sepas que hemos puesto una tienda de arreglos de ropa y él la ha pintao solito sin ayuda de nadie, digo y donde está ahora el inútil ese, a ver si canta donde tiene escondío mi sonacay, dice, que no lo sé, joder, habrá ido al poblao a pillar, y lárgate de aquí ya de una puta vez a meneártela por ahí, so imbécil, anda y que te den por culo, hijaputa, que eso es lo que te gusta, ¡ole!, que tu chulo te lo ponga como un portón, cacho guarra, ya vendrás a mí, ya, cuando el cabrón de tu macarra te deje, que yo entonces te voy a mandar con tu puta madre de una patá en el chuquí...Hace poco volví a ver a la puta de la Anamari bajando por las escaleras mecánicas del metro, llevaba un abrigo rojo, el pelo largo y negro, tan guapa y tan mala como siempre, me dio una cosa así en las tripas que tuve ganas de matarla. Qué malas son todas las mujeres, chacho, empezando por la puta de mi madre que le amargó la vida a mi padre hasta que el pobre, desesperao, le pegó seis tiros después de beberse una garrafa de vino él solo, le cayeron veintitrés años al pobre, pa que luego digan que hay justicia...Aunque la Sorne no era mala del todo, no, la Sorne era una lumi como dios manda, como las de antes, de esas que besan tus heridas y escuchan tus penas y tus tonterías con los ojos muy abiertos,  no pasa nada, me decía sonriendo con aquellos labios rojos que parecía que siempre estaban hinchaos, a su lao no existía el peligro, ni el pecado, ni había puertas cerrás ni caminos prohibidos, olía siempre como a la tierra mojá después de llover, después de una noche sin parar de darle a la jodienda, por la mañana la dejaba en su rotonda del polígono, como una muñeca rota bajo el sol del domingo, y yo sentía una angustia así que me parecía que volvía a la trena después de un permiso de fin de semana, quería gritar  pero la voz no me salía, el mundo era un vacío total...Me duele mucho el pecho, cojones, y no puedo mover esta puta pierna... ¿Qué coño es eso?... Desde el umbral de la puerta se asomó una vieja encorvada con gafas de aumento y una bata blanca, que  parecía una caricatura del cantante de la orquesta Mondragón. Arrastraba una extraña máquina llena de cables y tubos psicodélicos. En una tarjeta que llevaba prendida al pecho con un imperdible oxidado, como si se tratara de una  condecoración de carnaval, podía leerse (si él hubiera sabido leer): doctora Avelina Gorgojo, medicina biocibernética, organometría por bioresonancia, diagnóstico y terapia. ¿Pero qué coño significaba  aquello?. Y entonces la vieja habló: ¿Ya estás despierto, hijo? Te recogimos hecho un cristo, menos mal que caíste en nuestras manos, tenías la cara vuelta del revés, parecías una carpa japonesa, un pulmón encharcado, un brazo y una pierna amputados de cuajo y la otra  pierna echa papilla colgando de un tendón. Los de la ambulancia te dieron por muerto y te dejaron junto a la cuneta tapado con una de esas mantas de papel de plata. Pero entonces, señora,  ¿estoy vivo o estoy muerto? No supo si la vieja llegó a oírlo. Con una sonrisa enigmática en su boca de bruja, se alejó por el pasillo arrastrando su extraño artilugio, mientras el sol se ponía sobre los cerros cenicientos e hirsutos, más allá de la autopista. Otra vez empezaba a quedarse dormido. Se le cerraban los ojos... A la Anamari, cuando el nota aquel, menudo tío mierda, la dejó en la calle con dos criaturas pequeñas y preñá de una tercera, le dio por lo espiritual, seguía siendo muy guapa y parecía mucho más joven de lo que en realidad era, cuando iba con su hermana los domingos al culto, la gente creía que la hermana pequeña era la madre y la Anamari su hija, aunque seguía siendo la misma mala puta de siempre, por mucho que gritara, llorando y revolcándose por el suelo, que había encontrao a Jesucristo....            

 

 

 

 

 

 

 

un viejo amigo

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                                     UN VIEJO AMIGO

 

El camarero, detrás de la barra, iba y venía tirando cañas y poniendo pinchos de chistorra reseca, cortezas rancias y tortilla zapatera. Era extremadamente feo, la nariz parecía una morcilla de arroz reventada, las orejas alargadas y traslúcidas como las alas de una mariposa, el pelo grasiento como el filtro de una campana extractora, con una calva en la coronilla que parecía el cogote de una calavera exhumada, con más costras que un sifilítico, la piel tiñosa, las manos con lepra, los ojos como los de una lagartija que se asoma por la oquedad de una tumba, y una joroba que parecía que llevara una andilla cargada a la espalda, escondida bajo la chaquetilla llena de lamparones.

   Por el ventanuco de la cocina se asomaba de vez en cuando una mujeruca cuyo        rostro parecía hecho con papel de montaña, de ese que se usa en los belenes, el pelo como la estopa de los fontaneros, los dedos rojos y en carne viva como el prepucio de un perro mientras copula, unas gafas de aumento que parecían lupas de mirar sellos y un piercing en la nariz que parecía una garrapata chupando el hocico de una rata sarnosa.

-¡ Marchando una de bravas!- Gritó con una voz de lija propia de una fumadora compulsiva entrada en la menopausia.

En un extremo de la barra, un borracho miraba la televisión. Retransmitían en directo lo que el locutor definía como la boda del siglo. Una joven muy guapa con rasgos latinos y un hombre muy feo con rasgos anglosajones, rubicundo y con dos dientes de conejo, saludaban al público fervoroso desde un balcón del  palacio de Buckingham.

El borracho se llamaba Ezequiel Pichastro, tenía los ojos saltones como si le acabaran de dar un susto, la boca torcida y medio desdentada, el pelo canoso, el rostro aviejado, la mitad de él quemado en un accidente de coche volviendo de Torrevieja, unas herrumbrosas gafas de aumento con un cristal acribillado y un sonotone estropeado en la oreja derecha. Parado, divorciado y borracho de larga duración, estaba más solo que un perro vagando bajo la lluvia. La soledad entre cuatro paredes es peligrosa, si no te andas con cuidado te agarra por los pies y te arrastra al infierno de la locura. 

-¡Buenas tardes, abuelo!-

El abuelo, con su dentadura postiza y su lechosa nube en un ojo, correspondió al saludo del borracho con un movimiento un poco despectivo y casi imperceptible de la cabeza.

-¡Cómo te vas a poner, Genaro!- Se dirigía ahora a un mecánico mugriento que comía a dos carrillos magro con tomate, sentado a una mesa junto a la ventana, empapado en grasa de motor y sudor rancio. Olía a tabaco, a sudor, a vino y a mierda: era un hombre como dios manda. El mecánico mugriento lo miró como un toro a punto de salir por la puerta del toril, y siguió tragando con un ruido de cerdo rebozándose en el fango. Era de esas personas, que tanto abundan, a las que se las oye incluso cuando están calladas, siempre hacen ruido, cuando se mueven, cuando están quietas, cuando respiran, cuando miran, cuando piensan (iba a decir), cuando entran a un sitio, cuando salen de él.

-¡Y encima esta noche me toca residencia!- Decía la mujeruca del ventanuco al representante de la Mahon, un ser híbrido del que no se podía saber a ciencia cierta si era macho o hembra o alguna otra cosa, que garabateaba con la mano izquierda en un bloc de albaranes, apoyado en la barra de formica desconchada, con un pie en el reposapiés, sobre montañas de servilletas arrugadas y colillas consumidas esparcidas por el suelo.

- ¡En Navarra, cómo me vas a pagar en Navarra,- se burlaba socarronamente el camarero de un muchacho muy delgado con un mono de color butano lleno de mierda y con el pelo rapado al cero, excepto una cresta de indio en el centro teñida de azul- cómo vamos a ir ahora a Navarra pa que me pagues, no, hombre, no, ah, en la barra, en la barra sí, te había entendío en Navarra!-

- No, en Navarra no- Contestó el muchacho en voz muy baja poniéndose colorado, levantándose de la mesa con el café en la mano trémula. Sus compañeros, oscuros, cetrinos, cachondos, no paraban de reír.

Un cacareo de pavos en un comedero industrial fue levantándose paulatinamente hasta hacerse ensordecedor. Era la hora de la comida.

De repente llegó desde la cocina un grato olor a tortilla de patatas con cebolla. El borracho abrió las fosas nasales como un podenco olfateando el aire, y sintió esa enervante emoción que produce el hambre. ¿Cuándo había comido decentemente por última vez? Ya ni lo recordaba, posiblemente cuando vivía su madre.

Hacía calor. Tras la ventana el sol quemaba las copas de los árboles, secaba los arroyos y abría yagas en la tierra sedienta.

En un rincón comían tres viejas octogenarias. Una imitaba a una gallina clueca  moviendo las alas:

-         Ká, ka ka ka ká, ká , ká, ká-

Las otras reían estridentemente con sus bocas desdentadas.

-         ¡Que se te ven las quijadas, ojillos de liebre!-

-         kgggká, ka ka ka ka, ká , ká-

 -   ¡Ji ji ji ji ji...!-

El borracho llamó al camarero, que, después de hacerse el sordo durante un buen rato, se acercó moviendo el bigote con disgusto, como un conejo dando vueltas alrededor de un manjano.

-¡Qué se debe por aquí, Pepe!-

El borracho dejó caer sobre la barra las mugrientas monedas a medida que las contaba. Apuró su copa de anís, y levantando la mano para despedirse de todo el mundo, sin ser correspondido por nadie, se dirigió hacia la puerta con pasos largos e inseguros. No podía soportar más aquel olor a tortilla recién hecha, sentía que se le abría en el estómago un agujero sin fondo. Si le hubiera sobrado dinero se habría pedido un pincho, pero en los bares del pueblo ya no le fiaban y prefería gastarse en bebida el poco dinero que le daban de la media pensión de invalidez. Era un paria, sin saber porqué caía mal a todo el mundo, empezando por la vida misma, era un fracasado, un vencido. Al principio se revelaba contra aquella realidad, se ponía furioso y violento sin querer aceptar la evidencia de los hechos. ¿por qué tenía siempre tan mala suerte?, ¿estaba maldito?. Pero al final había acabado por asumir su sino, como quien asume un cáncer o la muerte de un ser querido.

Absorto en estos pensamientos, estuvo a punto de derribar a un niño que entraba correteando al bar precediendo a su madre.

-¡Que me matas al niño, Ezequiel!- Dijo la madre con un poso de ironía en aquella voz musical y cristalina que le resultó tan familiar. Al mirarla sintió un fuego abrasador golpeándole en la cara. Aquellos mismos ojos grandes y radiantes de vida, aquel rostro inmaculado que seguía poseyendo el secreto de la eterna juventud. Había pasado tanto tiempo...

El borracho sujetó al niño, que lo miró muy serio con los ojos muy abiertos, los mismos ojos grandes y hermosos de su madre.

Ella lo saludó con dos sonoros besos en las mejillas, y él volvió a sentir aquel olor a hembra tierna, aquel olor como a hierba fresca que inundaba su cama por las noches, poblándola de esperanza, mientras la lluvia golpeaba el cristal de la ventana, cuando la vida se sostenía todavía en pie, con un gesto de dignidad en la prez levantada, antes de que el amor se fuera apagando hasta desaparecer como un corazón dibujado en la arena, desgastado por las olas de los trabajos y los días.  La vida es un viento que cambia caprichosamente de dirección, tomando siempre la que menos esperamos, la que menos nos conviene. Llega un momento en el que uno no  sabe que hacer con la vida. Nada sale bien, uno no es dueño de nada, y uno piensa que tal lo mejor es dejarla.

Los dos se miraron durante un instante, y una nube de tristeza y de nostalgia los rodeó como una bruma del pasado. Detrás de la mujer apareció un hombre alto con barba cuidadosamente descuidada y con una flemática seguridad en sí mismo.

-         Este es Juan, mi marido, este es Ezequiel...un viejo amigo-

El marido lo saludó con una cortesía altiva y distante.

-¡Encantado!- Dijo el borracho tratando infructuosamente de aparentar serenidad. Habían pasado más de diez años y llevaba sobre su cuerpo demasiados tragos de alcohol y soledad mal digeridos.

- Adiós Ezequiel-

- Adiós Yoli-

Ya en la calle, el borracho sintió en el rostro la bofetada de aquel aire caliente sahariano que sin embargo pareció aliviarlo un poco. Miró a la izquierda, pedregales y cardos en las cunetas, después a la derecha, ruinas de hollín y vapor de alquitrán, y hundiendo los pies en el asfalto reblandecido, cruzó la calle mientras le hervía la cabeza, y con un llanto silencioso en el pecho, continuó su camino, como una oruga ciega por el borde de un precipicio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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