EL ETERNO
SINRETORNO
EUGENIO
LÓPEZ GARCÍA
Si un cenicero no
estuviera manchado de ceniza, no sería un cenicero. Si todo fuera perfecto ¿qué
sería de mí?
Dios es perfecto, por
eso no existe. La filosofía se nutre de imperfecciones y dudas, como los celos.
Ítaca es la nada.
LA DESPEDIDA
La acompañé hasta su
puerta,
y me alejé sintiendo
una soledad tan honda,
que reverberaba como
el agua de un pozo
al que se arroja una
pesada piedra.
Una piedra que cada
vez tardaba más en alcanzar el fondo.
Un pozo de oscuridad
donde se suicidaban los ecos
y se resquebrajaba
grotescamente el reflejo de la luna.
¿Qué nos había
pasado?
¿En qué seres
extraños nos habíamos convertido?
Formábamos ya parte
de esa procesión de muertos
que arrastran el
mundo desde el orto hasta el ocaso.
No éramos dos cuerpos
en una sola carne,
ni un mismo instinto
de dos distintas voluntades.
Había llegado ese
momento inexorable
en que nuestras venas
y nuestro miedos se desunieron y se bifurcaron.
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No pienses que te
llamo para que vuelvas.
El libro del amor y
de la vida no se puede escribir dos veces.
Pero es que se
quedaron por aquí tantos recuerdos tuyos,
que ya no me queda
espacio para el futuro ni para el presente.
Dime ¿qué hago con
ellos?
¿los meto en una caja
y te los mando a portes debidos?
¿o pasas tú a
recogerlos si todavía te queda algún momento para mí?
Me aterran estas
noches tan extrañas de ausencia,
la soledad como un
cadáver tendido a mi lado,
y ese vértigo de lo
efímero que arruga el corazón,
y seca las ramas de
la vida y de la ciencia.
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