abrazos de fantasmas

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ABRAZOS DE FANTASMAS

Eugenio López García

A Aura, que está a punto de conocer eso que tanto envidiaban los dioses inmortales.

 

BUSCANDO UN RÍO EN EL MAR

PUTAS POR RASTROJO

 

TENGO LA CERTEZA DE QUE LAS CERTEZAS CONDUCEN AL ERROR. INCLUSO LA TEORÍA DE LA RELATIVIDAD ES UNA CERTEZA RELATIVA. AUNQUE EL ERROR NO ES TAN MALO, SI NO NOS EQUIVOCÁRAMOS NO SERÍAMOS HUMANOS, SERÍAMOS ALEMANES O ALGO PEOR.

 

LA INTELIGENCIA ES UNA ESPECIE EN PELIGRO DE EXTINCIÓN.

 

LA CHICA DE LA TARDE

Está cansada.

De las horas lentas y estériles,

del monótono llanto de la lluvia en la ventana.

La verdad es que en esta paupérrima casa de putas

todo rezuma cansancio.

Los techos sin lámparas, las paredes desconchadas,

las sirenas enlatadas, la ceniza en el lavabo.

Hasta las risas, que suenan a chatarra,

que nacen entre los dientes

y mueren entre los labios.

¿Quién pondría ahí ese arabesco de escayola

cubierto ahora de telarañas?

Se pregunta con esos ojos grandes

y esa gran ausencia en el pecho

que escancia en un cuaderno de los chinos

escondido celosamente debajo de la cama.

En la puerta hay una mora embozada

con un paquete en la mano,

ha venido desde muy lejos para ver a su hija.

¿Quién tendrá el valor de decirle

que murió de miseria el invierno pasado?

La tarde está muriendo de cansancio.

¡Por fin un cliente azorado asoma la calavera

desde el rellano! No hay que dejarlo escapar.

En la calle los barrenderos amontonan las hojas

bailando con la escoba un cansado vals.

SIGO atrapado en tu infierno,

como un velero en una botella,

como una salamandra en el fuego.

Si alguna vez existió una puerta por la que salir de ti,

se quemó hace tiempo en la hoguera de tu carne.

Doy saltos sobre las brasas de tus ojos y ardo como un exvoto

en las profundas llamaradas de tu sexo.

En la calle sigue lloviendo en un invierno interminable.

Me bebería toda la lluvia y aún tendría más sed.

Pienso estas cosas que no me atrevo a confesarte,

mientras tú miras por la ventana

a una pareja que se besa en la puerta de un hotel.

 

 

 

A veces te miro y veo la nada.

Abismos de oscuridad

a través de tu claridad de fantasma.

Me arrastra el vértigo

de tu carne incendiada

y tus palabras en mi oído

me suenan a distancia.

A veces te miro y veo la vida:

dudosa, hermosa y extraña.

 

 

ORACIÓN DEL CRISTIANO ARREPENTIDO

¿Redimirnos?

En verdad que mereciste morir en la cruz.

Haberte puesto a redimir a los perros, a las cabras, a los burros,

a las gallinas, a las moscas, a las piedras, a los cerdos,

a cualquier otra especie más noble y digna.

A nosotros déjanos tranquilos en nuestro valle de lágrimas,

jodiéndonos los unos a los otros, hasta que el mundo estalle

como una pompa de jabón.

Pero mira que eras tonto, miope visionario.

Dejar una próspera carpintería para irse por esos desiertos

predicando utopías de amor.

¿Te dio demasiado sol en la cabeza o qué?

¿Por qué esa obsesión en que Lázaro se levantara?

¿Para qué un necio más andando suelto por ahí?

No me extraña nada que tan sólo te siguiera una puta

y doce perdedores chalados.

¿La paz os traigo? ¿Qué paz?

Si dicen que el hombre comenzó su historia

matando a su propio hermano.

 

 

 

 

LAS DUDAS

Me miras desde la cumbre de tu belleza de virgen desnuda,

ondulando como una llama infernal

que se desliza alegre por los pastos.

Tiene algo de verdad rotunda ese calor de tu carne.

Pareces una reina en un trono de certezas,

mientras alrededor de mí revolotean las dudas

como moscas rabiosas y plebeyas,

y no sé si estoy aquí, o en ti,

o desterrado ya de ti.

No sé si soy un hombre o soy un miedo.

No sé si este presente es en realidad un pasado

que me niego desesperadamente a dejar pasar.

Pero déjame en la penumbra de mis dudas.

Las certezas son a veces piedras de luz

que hieren y deslumbran.

 

ALINA

Alina tiene la piel muy blanca,

casi traslúcida como su alma.

Un corazón de peluche y la mirada indefensa

como un pequeño conejo en el arcén de una autopista.

Hoy está triste como una gasolinera perdida en la noche.

Los planetas giran a su alrededor

en una constelación grande y violenta.

Tras el tabique rosa, esa compañera

del pelo rizado que cuenta chistes tan graciosos,

está fingiendo un orgasmo estridente.

Alina es más clásica, más discreta y modosa.

No le pidió nunca demasiado a la vida,

sabe que la vida es tacaña como una vieja beata

que sale de misa matinal,

piensa mientras llora en silencio

con ese gordo maloliente moviéndose encima.

A Alina siempre la engañaron los hombres.

Dicen que volverán y la dejan ahí esperando

en un andén de vía muerta.

Es una puta pobre y ya casi no tiene sueños.

Parece un milagro que en el rellano de esas largas noches,

su piel siga resplandeciendo.

 

 

 

 

VIDA POBRE

Es tan pobre mi vida,

que suena como calderilla en el platillo de un mendigo.

Tan pobre que viste con jirones de mortaja.

Tan pobre que transcurre en blanco y negro,

sobre todo en negro, con nocturnidad y alevosía.

Tan pobre como un perro muerto pudriéndose en un rastrojo,

tan pobre como un náufrago en una balsa a la deriva.

Tan pobre que hay días que no come nada,

que no ve a nadie, escondida, encerrada

entre cuatro paredes llenas de miedo.

Quizás sea esta tierra árida donde no prenden las semillas.

Quién sabe. El sitio equivocado, el tiempo equivocado.

Y pensar que esta paupérrima vida

bebió esperanza en la rica fuente de tus labios...

 

 

LOS CAPRICHOS

Como era Nochevieja estaban todos muy alegres, apiñados como orugas, con tanta comida y tanto alcohol el gozo les reventaba por las cinchas, como diría Cervantes. Tiraban petardos y reían a carcajadas por cualquier nimiedad.

-       ¡Ju ju ju ju ju ju!- Rió un gigante que se parecía a Rock Hudson, pero en sucio y ceniciento, y con un solo ojo en el centro de la estrecha frente.

-       ¡Ja ja ja ja ja!- Rió una mujeruca calva y sin pestañas, apoyada en una rama de acacia que había cogido del suelo.

-       ¡Ji ji ji ji ji ji!- Rió un individuo que era alérgico a los gatos, con un mono mugriento, los ojos saltones, los dientes de chimpancé y los ademanes un poco afeminados.

-       ¡Jo jo jo jo jo jo!- Rió un gordo vestido de caqui, con un polvoriento flequillo que le tapaba los ojos.

-       ¡Aaayy, je je je je je je!- Se dobló de risa un vejete que tenía mirada de hurón inquieto.

Comenzaba un nuevo año, aunque en realidad se trataba sólo de la continuación hasta el infinito de los viejos hábitos, ni malos ni buenos, simplemente autóctonos, orgullosamente identificativos y excluyentes, como los colores de un equipo de fútbol. ¿Para qué cambiar? Se habría preguntado Parménides asintiendo con la cabeza, como diciendo ¿lo veis como al final yo tenía razón?

Pasó un coche tuneado a gran velocidad. "¡Hijoputa...tolili!"Lo increpó el del mono mugriento.

El gordo vestido de caqui dijo algo profundo con voz artificialmente ronca, echando el rostro hacia adelante, como provocando a un interlocutor invisible. "¡Una cosa es ser chulo y otra cosa es ser claro!", creo que dijo, no sé a cuento de qué. El vejete de la mirada de hurón le respondió tras largas cavilaciones: "Las sillas de mahou son mejores que las de la cocacola".

Un perro sin rabo se meó en una farola. Sonaron más petardos. Al cíclope que se parecía a Rock Hudson, mientras abría otra lata de cerveza y arrojaba la vacía a un solar tras una tapia, se le escapó una sonora ventosidad.

 

 

 

TESTAMENTO VITAL

Echad mis cenizas en esa rotonda donde muere la carretera,

donde se ponen a mear las putas,

donde crecen cardos en lugar de flores o yerba.

Junto a ese almacén abandonado

donde se oxida la chatarra en un insepulto osario.

Junto a esa fábrica de reciclaje

donde se prensan papeles que un día fueron parte

de una guía telefónica, de la publicidad engañosa de un banco,

de una sentencia, o ¡quién sabe!, tal vez de un poema.

En esa rotonda por donde a veces pasa un vagabundo,

como un Ulises espurio, que perdió el amor y la guerra.

 

 

DEMASIADOS PRETENDIENTES

Anda, despierta.

Deja ya de soñar con épicas victorias imposibles.

Tú eres ese que tiembla acurrucado en un rincón

de la choza del porquero.

Escóndete en la noche y mira por la ventana

de esa casa que ya no es la tuya.

Son demasiados pretendientes usurpando tus dominios

y tú estás ahora viejo y solo.

Parece tan real ese disfraz que te has puesto,

que tal vez de verdad seas un mendigo.

Vuelve a tu balsa, héroe de los caminos sin destino,

y busca otra Ítaca en alguna otra parte,

donde no sólo los perros acojan a los vencidos.

 

 

SÓLO SOY QUE NO SOY NADA

Me saliste cara.

No voy a decir que lo perdí todo

porque nunca he tenido nada.

Pero antes cuando pensaba

sabía que el acto seguía a la potencia,

el error al acto, el después al antes,

y a la noche a veces la mañana.

Hubo un tiempo en que creía

que en tu cuerpo me orientaba.

Rompiste tantas venas en mi corazón,

que acabé deambulando anónimo y pálido

como un fantasma.

Esos ojos tuyos tuvieron la culpa de todo.

Me hacían sentir otro hombre

cuando me mirabas.

Contigo no sé si fui algo.

Sin ti sólo soy que no soy nada.

 

 

 

 

ROSANA

La recuerdo allí sentada en el andén

de aquellas largas noches.

Su belleza oscura y clara,

sus manos pequeñas y sus ojos grandes.

De vez en cuando se le acercaba un fauno medio calvo

de otra especie, con su whisky garrafón en ristre,

y con una voz que parecía un gruñido

le susurraba al oído obscenas transacciones.

Ella sonreía con esa mirada vulnerable,

y se levantaba lentamente

ondulando su hermoso cuerpo,

como una sirena varada en un puerto oleoso,

que se siente en secreto sedienta de amor.

 

 

¡CRISTO VIVE!

Había llegado a tener trece discípulos. Ni el mismo Jesús podía decir lo mismo. Y eso que él no tenía la melena dorada, ni los ojos azules, ni ese aire iluminado y melifluo que tanto seduce a las masas. Además medía sólo un metro y cuarenta y cinco centímetros, poco más que una mesilla de noche, y eso que se ponía filis dobles en los zapatos, pero ya hubiera querido Jesús tener su energía, ya, ese espíritu de lucha y sacrificio que no conocía el desaliento.

Cuando eran trece, formaban un corro en la puerta del Sol, a la sombra del quiosco de tabaco (menuda tabarra le daban a la pobre quiosquera), y se ponían a cantar con maracas y panderetas:

"¡El corazón es traicionero y desesperado, ¿quién puede conocerlo? Una chispa de luz, un trozo de sombra, el sonido de un arroyo o el color de un monte al atardecer, ¿para qué queremos más cosas?, desterrados del mundo nos queda el resto del Universo, piensa que todo muere, pero nosotros, como el Señor, sobreviremos a nuestra propia muerte ¡¡Aleluya!!"

Una vidente argentina, con el pelo estropajoso y las carnes consumidas, llevaba la voz cantante. Eso a él no le gustaba. El pastor era él, ¿no? Así que intentaba alzar la voz más que nadie soltando algún gallo de vez en cuando, como un pequeño ruiseñor cobrizo y sexagenario. También andaba por allí una humilde boliviana que trabajaba de interna en Parla, en la casa de un director de una sucursal de la caixa; un antiguo payaso muerto de hambre y con un ojo de cristal, llamado Rayito; un pintor ciego que en tiempos mejores tuvo cierto éxito; un negro que el pastor había recogido de la calle, a las puertas de la iglesia del Cristo de Medinacelli, y que no se sabía muy bien qué pintaba allí, porque, aunque parezca mentira, no tenía ritmo y miraba el mundo a su alrededor con ojos anodinos, como uno de esos mimos que se estaban quietos como liebres con las orejas levantadas esperando el tintineo argentino de la moneda en el platillo, era una especie de cáscara sin yo. Para que no faltara nada también había una puta, quizás la única con verdadera fe, que buscaba otros caminos en la vida. Era pequeña, rellenita, con los ojos tiernos y la voz sedosa. Desmigaba el pan preguntándose por el tan demorado regreso de Cristo "¿Y dónde coño está ese chorbo?" Al final se cansó de tanta pandereta y tanto aleluya estéril y tanto que el mesías va venir que va a venir ya y nunca venía (como los orgasmos mientras se abría de piernas bajo la cúpula invertida y hedionda de un jubilado en una sórdida habitación de un sórdido edificio en la sórdida calle Delicias), así que acabó recogiendo sus miserias y se marchó a Amsterdan en busca de mejor fortuna, pero la suerte no cambia aunque cambies de vida y costumbres.

Cierto día se produjo un intento de golpe de estado en la pequeña comunidad. Una tarde, mientras unos mariachis cantaban La Cucaracha en la boca del metro de la pastelería La Mallorquina, donde se ponen las loteras barruntando la navidad, bajo un cartel electoral donde aparecía una especie de Jesucristo de musical y una paralítica en una silla de ruedas sobre un lema futbolero que decía "Podemos" (hay que ver qué cosas se les ocurren a estos políticos, con tal de conseguir votos son capaces de cualquier disparate, están obsesionados), por un quítame allá esas pajas la argentina le arrojó al pastor una pesada biblia, abriéndole una brecha en la frente. Ahora sí que parecía un cristo vivo con toda aquella sangre corriéndole por las mejillas. Pero nuestro héroe resistió como un mártir y finalmente la argentina se alejó calle Preciados arriba, empujando a la gente y cagándose en la concha de la madre de aquel indio peruano, enano, hortera, charlatán, cabrón y farsante.

Con el tiempo los discípulos fueron abandonándolo, como a Jesús la noche en que lo prendieron, y ahora ya solo le quedaba el negro, más que nada porque el hombre no tenía ningún sitio mejor a donde ir.

El pastor, por su parte, no quería volver a aquel maldito quiosco de chucherías en la Plaza Elíptica, donde tenía que permanecer encerrado como un canario aojado durante quince horas diarias aguantando a los niños y a sus madres, sin sacar ni para pagar la luz

-       ¡Cristo vive, Cristo te ama, te anuncio que Cristo regresará para salvarte! - Aullaba el arrobado visionario corriendo para arriba y para abajo, con sus pantaloncillos blancos y su camisa pasada de moda, enarbolando la biblia con ojos desorbitados y echando escopetada salivilla al gritar. Hasta hizo dos veces el salto de la rana (lo vi con mis propios ojos), casi tan bien como el Cordobés. Parecía imposible que un hombre tan viejo tuviera tanta agilidad. Un Micky Mouse que llevaba puesta una camiseta del Atleti se le quedó mirando. El predicador, al ver al ratón vestido con una zamarra de fútbol, se sintió inspirado:

-       ¡Cristo es el campeón, cristo es el mejor, cristo es el verdadero número uno, el campeonísimo, el campeón de campeones, aleluya, aleluya hermano, aleluya¡- El negro miraba a una paloma que iba meneando el culo delante de una turista inglesa que se había puesto roja como un cangrejo bajo este despiadado sol manchego de Madrid.

Entrada ya la noche, cuando el chulapo de los barquillos recogió sus bártulos y con gesto hosco subió la calle Carretas, el pastor y su negro se callaron por fin, (bueno, lo cierto es que el negro no dijo ni pio durante todo el tiempo que estuvieron haciendo el tonto por la plaza, la verdad sea dicha), y como si hubieran predicado en el desierto, regresaron a la pensión de la calle el Pez (donde convivían con una casera gorda, sonrosada y con sucias gafas de aumento, que se llamaba señora Falagán, con un torero francés, un actor fracasado que había salido fugazmente en una escena de Torrente, y un timorato estudiante de farmacia al que llamaban don Julito) sin haber pescado ninguna alma. Eran duras estas almas modernas, sólo se dejaban atrapar por la moda, el fútbol y el internet.

En un banco había un catedrático de filosofía jubilado, pálido y con expresión demente, envuelto en un abrigo marrón a pesar del calor, abriendo con ansiedad una tableta de chocolate.

Una puta barrigona y con una teta fuera, hablaba por el móvil bajo la bruma del psicodélico neón, en la puerta de un top less que emanaba ese inconfundible y oscuro hedor a angustia y antiséptico propio de las casas de lenocinio.  

Pasó el camión de la basura. En el estribo iba otro negro mirando al trasluz una radiografía.

GLORIA

La vida la había golpeado como a una bola de pinball

hasta acabar en aquel paupérrimo cuartucho

que parecía la habitación de Van Gogh.

Su voz era un cálido susurro

que manaba de su cuerpo claro, prieto y menudo.

Tras la ventana, no sé si el sol o su mirada, iluminaba

los cipreses del cementerio de San Isidro.

Soñaba con largos viajes, con mundos astrales,

con flores de loto y aroma de sándalo,

mientras con los ojos cerrados se inmolaba

en aquellas amargas felaciones casi zoofílicas,

que constituían su única e indeseable realidad.

Ella era sólo una chica ingenua y soñadora,

la vida, por el contrario, una puta vieja, tramposa y cruel.

 

 

MALA SANGRE

"¡Pero qué mujer más guapa tienes, Toni!, me decía to el mundo cuando iba a descargar a la chatarra, el Fidel, el Pabli, y hasta unas rumanas que estaban acampás por allí, digo yo lo valgo ¿no?, y es que era una hembra hermosa la Anamari, con to aquel pelo negro y brillante que le llegaba hasta el culo, con esa piel tan blanca que parecía que hasta de noche le daba el sol, pero no era buena, chacho, to iba bien al principio, el primer año, hasta que un día le arreé un bofetón porque me mencionó a mis muertos, ni lloró siquiera la perra, pero me miró de una forma que parecía que no era ella, como una fantasma que te se aparece mientras duermes, digo pero a ti que te pasa, niña, dice y qué te pasa a ti, Antonio, dice es que no tienes bastante conmigo que te tienes que liar con la Macarena, digo yo no me he liao con nadie, desgraciá, digo tú eres la que se ha liao con el Kevin, el camarero del Kokimbo, que me lo ha chotao el Pabli que sus ha visto juntos en la terraza del Crescindo riendo y pribando, dice el Pabli es un liante y una mala persona que no piensa na más que en hacer daño a la gente feliz, dice ojalá se hubiera matao cuando tuvo el accidente, digo no tuvo tanta suerte el nota, prima, fue con un for orión ¿sabes?, viniendo una noche de Alicante, iba tan colgao que se conoce que se durmió y se fue a tomar por culo por un terraplén, se quedó to hecho polvo el nota en una silla de ruedas, alelao perdío y babeando, to lo grande que era el picha, con la cabeza tocándose las rodillas y las manos retorcías pa dentro como un tonto, que cada vez que quería encender un canuto tenía que llamar a gritos a su hermana María pa que le sujetara el menchero, vendía droga a los críos en la puerta del istituto y llevaba la bolsa con la mariguana debajo del cojín de la silla de ruedas, y cuando la pasma lo pillaba fumando les decía con ese cacho vozarrón que tenía el payo, dice ni ando, ni vivo, ni me muero, ni puedo echar un mal polvo, ni siquiera puedo hacerme una gallarda porque tengo las manos tontas, dice qué pasa que tampoco voy a poder tener derecho a fumarme un canuto cuando me salga de los cojones, je je je je, no sé qué habrá sio de él, cuando el pendón de la Anamari me denunció la primera vez, me fui a vivir unos días a su chabolo, vivía en una vaquería abandoná, entre las ratas y con el suelo lleno de mierdas porque las putas del polígono y los yonkis del poblao se metían a cagar allí, hasta los chiquillos le tiraban piedras cuando lo veían salir con su vieja silla de ruedas y su barba de chivo rozándole las pelotas, no sé cómo podía vivir así el chorvo, digo chacho vives peor que un animal, dice la vida es una puta mierda, Toni, dice qué más da vivir de una forma o otra, mientras no me dé por escribir libros, dice anda, Toni, prueba esta yerba que me ha traído de Holanda un guardia civil amigo mío, verás qué cosa más fina, digo de lujo, primo, y el caso es que el nota llevaba siempre la cartera llena de billetes, que hasta algunas veces cuando estábamos mu mamaos me dieron ganas de darle un palo y hacerle encima un favor al capullo lisiao aquel, yo llevaba la cartera tamién llena, pero no de billetes, hermano, sino de citaciones judiciales, y to por la puta de la Anamari que me envenenaba la sangre, yo sólo quería hacer una vida normal como to el mundo, mi hermano Deo me encontró un curro de peón albañil con un punky, y no me importaba romperme el lomo con la puta carretilla de los cojones pa arriba y pa abajo to el puto día como un burrico que me daban ganas de tirarla por un barranco, y to pa poder formar una familia, la familia lo es to ¿no?, aunque no será la mía, yo no sé ni donde nací, hermano, creo que en Madrid, dicen que mi madre me parió en un descampao porque mi padre había matao a navajazos a dos primos suyos tronaos que le tiraron una piedra desde un puente, y tuvo que huir del Pozo con mi madre preñá, de eso hace ya mucho tiempo, dicen que mi madre entonces me quiso tirar a un vertedero pero que mi padre, que como era gitano tenía más entrañas que ella, o menos según se mire, no la dejó, pero volviendo al Pabli, en invierno no se le veía el pelo nunca, nadie sabía dónde se escondía el picha, chacho, y cuando aparecía chirriando con su silla de ruedas llena de mierda, vendiendo maría y nieve por la calle, to el mundo en el poblao sabía ya que había llegao el buen tiempo, ¡Lola, chocho, ponnos otros dos güiskis a mí y a este hermano mío y que se acerque la Merche con esa negra de los pelos de punta!, mira, han pasao ya casi veinte años entre el tiempo que estuve fugao dando palos por ahi y los diez años que me he comío yo solito en el hotel de Torrero, pero como si hubieran pasao otros cuarenta, da igual, porque contra más pienso en la Anamari, chacho, más me se envenena la sangre, no sé qué me da, es como si tuviera un demonio dentro, dicen que ahora está mu estropeá la paya y que ha tenío otro churumbel, que tamién se separó del Kevin porque le daba mu mala vida, no sé si será verdá o no, me es igual, pa mí sigue siendo mi mujer, mi Anamari, yo no hago na más que pensar en ella cada segundo, de día y de noche, despierto y dormío, y me entra una cosa tal que así que no sé lo que es que me dan ganas de llorar y de marar a alguien al mismo tiempo, ¡hoooola, paya!, mira, primo, qué guapa está la Merche, por ella no pasan los años, aaahhy, y no será porque no le gusta el vicio a la jodía, je je je je je, más que a un tonto dos palotes"   

 

 

ÉRAMOS dos sueños muy pequeños

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This page contains a single entry by calipsopapeleria published on August 1, 2014 8:36 PM.

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