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EL TARTAMUDO

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EL TARTAMUDO

Era alto y espigado, con una nuez pronunciada.

Estaba plantado frente a la chica que le gustaba y quería decirle algo.

Algo que para cualquier otro habría fluido fácil y claro

como el chorro que sale al abrir un grifo.

Pero a él no le salía la palabra,

se le había quedado atascada entre el pensamiento y la garganta

como un hueso de albaricoque que lo asfixiaba,

como un trozo de cristal que le rasgaba las cuerdas vocales,

como una piedra dura y áspera que le secaba el paladar,

como un ascua encendida de ansiedad que le abrasaba la faringe.

La chica le sonrió y se dio la vuelta, como un tren que se alejaba

condenándole a seguir a pie el resto del camino.

Si a veces una simple palabra resulta imposible,

cómo va a ser fácil la vida con toda su complejidad.

 

EL ETERNO SINRETORNO

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EL ETERNO SINRETORNO

 

EUGENIO LÓPEZ GARCÍA

Si un cenicero no estuviera manchado de ceniza, no sería un cenicero. Si todo fuera perfecto ¿qué sería de mí?

Dios es perfecto, por eso no existe. La filosofía se nutre de imperfecciones y dudas, como los celos.

Ítaca es la nada.

 

 

LA DESPEDIDA

 

La acompañé hasta su puerta,

y me alejé sintiendo una soledad tan honda,

que reverberaba como el agua de un pozo

al que se arroja una pesada piedra.

Una piedra que cada vez tardaba más en alcanzar el fondo.

Un pozo de oscuridad donde se suicidaban los ecos

y se resquebrajaba grotescamente el reflejo de la luna.

¿Qué nos había pasado?

¿En qué seres extraños nos habíamos convertido?

Formábamos ya parte de esa procesión de muertos

que arrastran el mundo desde el orto hasta el ocaso.

No éramos dos cuerpos en una sola carne,

ni un mismo instinto de dos distintas voluntades.

Había llegado ese momento inexorable

en que nuestras venas y nuestro miedos se desunieron y se bifurcaron.

 

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No pienses que te llamo para que vuelvas.

El libro del amor y de la vida no se puede escribir dos veces.

Pero es que se quedaron por aquí tantos recuerdos tuyos,

que ya no me queda espacio para el futuro ni para el presente.

Dime ¿qué hago con ellos?

¿los meto en una caja y te los mando a portes debidos?

¿o pasas tú a recogerlos si todavía te queda algún momento para mí?

Me aterran estas noches tan extrañas de ausencia,

la soledad como un cadáver tendido a mi lado,

y ese vértigo de lo efímero que arruga el corazón,

y seca las ramas de la vida y de la ciencia.

 

 

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