Te mentiría si te dijera
ahora
que ya no me sorprenden
tus trucos.
Siempre tuviste magia a la
hora del amor.
Pero son tan veloces tus
manos
y tan obtusa la presbicia
de mis años
que me cuesta seguir
ilusionado
todos los números de tu
función.
Hay más cosas en la vida
aparte de ese alegre
conejo
que con una sonrisa
insinuante sacas de la chistera.
Está la soledad, el
fútbol, el miedo,
y a veces en el silencio,
el lejano canto de otras
sirenas.
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