LOS CARDOS
UN CANSADO VALS
Está cansada.
De las horas lentas y
estériles,
del monótono llanto de la
lluvia en la ventana.
La verdad es que en esta
paupérrima casa de putas
todo rezuma cansancio.
Los techos sin lámparas,
las paredes desconchadas,
la ceniza en el lavabo.
Hasta las risas, que nacen
entre los dientes
y mueren entre los labios.
¿Quién pondría ahí ese
arabesco de escayola
cubierto ahora de
telarañas?
Se pregunta con esos ojos
grandes
y esa gran ausencia en el
pecho
que escancia en un cuaderno
de los chinos
escondido celosamente
debajo de la cama.
En la puerta hay una mora
embozada
con un paquete en la mano,
que ha venido desde muy
lejos para ver a su hija.
¿Quién tendrá el valor de
decirle
que murió de miseria el
invierno pasado?
La tarde está muriendo de
cansancio.
¡Por fin un cliente
azorado asoma la calavera
desde el rellano! No hay
que dejarlo escapar.
En la calle los
barrenderos amontonan las hojas
bailando con la escoba un
cansado vals.
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