LAS SIRENAS DEL ARROYO
LA DIENTES
La llaman la Dientes porque no tiene ninguno. Ya casi no
vale para puta, con ese cuerpo derruido como una pared de adobe, con esa
cicatriz que parece una boca paralela en un rictus de asco, y ese careto de
muerta a la que se han olvidado cerrarle los ojos. Un cuerpo decrépito y
paticorto que parece hecho de plastilina por un niño de guardería.
Después de un vano intento en el mundo de la videncia
"Carmen Azul, videncia biocibernética y organométrica", ahora la usan como manporrera,
y para sostener las hiperbólicas ubres de Tania la Holandesa mientras el
cliente le azota el culo hasta ponérselo rojo como un tomate. A Tania la
Holandesa le gusta que le azoten el culo "¡Más fuerte, mi amor!". No sé, será
por algo de la infancia, supongo, vaya usté a saber.
El marido de la Dientes se llama Pepe Baquetas y fue cabo de
la legión. Una vez mató a un moro de un navajazo durante una pelea en una
taberna por una discusión de fútbol. El caballero legionario no quiere que su
mujer se lave, dice que una hembra tiene que oler siempre a hembra y no a jabón
ni a perfume, que eso es cosa de maricones.
El legionario es un borracho crónico, y a veces, cuando
llega a las cuatro o a las cinco de la mañana dando tumbos y canturreando
rumbas de Peret, la Dientes no le abre la puerta y el pobre tiene que irse a
dormir a las tinajas de una bodega abandonada que hay en las afueras de
Legazpi, donde el agua estancada del Manzanares hiede un poco como su mujer,
vamos que apesta.
Es difícil encontrar una tinaja libre con tanto borracho y
malcasado como prolifera en estos tiempos de crisis. Una crisis pone a cada uno
en su lugar.
-¡Ocupada!- Le responde una voz de ultratumba cuando asoma
su apepinada cabeza, con ese rostro de caricatura, cejijunto y con su gorrilla
de "Repuestos Autosanz", por la boca oscura de una tinaja.
-¡Ocupada!- Repite otra voz de tabernícola en la siguiente
tinaja.
Las edades del hombre son cinco. En la primera tiene una
cuna. En la segunda, cuando crece, una habitación. En la tercera, cuando
madura, tiene una casa o en su defecto una tinaja. En la cuarta, de viejo,
abandonado en un geriátrico, tiene únicamente una cama que parece una cuna.
Finalmente sólo es dueño de un ataúd. Qué extraño ese trance de la muerte, me
muero por saber cómo será.
El calor ha vuelto, y un sol deslumbrante y ardiente como el
amor de los adolescentes, ablanda el duro corazón del asfalto.
-¿Y no te duele la espalda, niña?- Pregunta la Dientes a la
viciosa Tania la Holandesa, mientras el cliente, que ha pagado un dúplex, sigue
a lo suyo.
El cliente es un moreno gigantesco de obesidad mórbida,
procedente de Liberia (igual podría proceder de Fregenal, tampoco hay tanta
diferencia). Tiene posaderas de mamut. Lleva en la oreja una especie de
colmillo de rinoceronte, pero con ese cacho cabezón que tiene, el colmillo
parece más bien la cabeza de un alfiler. Cuando el gigante se sienta en la
taza, diríase un elefante que se asusta de un ratón y se sube a un taburete.
Los pantalones se los debe de hacer a medida una brigada de costureras, tal vez
con la vela de un barco. Cuando el cetáceo pasea con su novia por la Gran Vía
con sus andares de hipopótamo, parece un niño gigante que lleva una barbi en la mano. Es músico. Toca la trompeta,
hinchando mucho los mofletes, cerca del Palacio Real. En sus labios abultados
la trompeta parece el silbato de un árbitro de fútbol.
-
No me toques el coño, Trini, que no te has lavado las
manos-
La Dientes retira sus cetrinos dedos del coño rasurado de la
Holandesa, pidiendo humildemente perdón.
En el zaguán de la casa, cuatro putas descascarilladas y
zafias ríen con sus caras de brujas y sus dientes mellados. Se ríen de un
cliente que sale de la habitación con los pelos de punta como si fueran un
polvoriento matojo de tomillo.
-¿Y ese peinado tan moderno, cariño?-
El cliente, que es subalterno adjunto en una subsecretaría
de una subdelegación, y los domingos toca la pandereta anunciando a Cristo vivo
con otros cuatro perdedores chalados en la Puerta del Sol, las mira amohinado
con sus gafas de aumento llenas de mierda, y baja las umbrías escaleras detrás
de un negro calvo con vestimenta tropical.
Las putas, un poco aburridas, se ponen a hablar por el
wasap. Joder con el invento ese del wasap de los cojones. Sin embargo no hay que
restarle importancia. Si los antiguos hubieran tenido wasap, la Historia habría
sido otra. Imaginaos a Jesús en el Monte de los Olivos, de repente le llega un
mensaje que lo saca de sus estériles cavilaciones. "J.C., espabila coño, q el
cabrón del Judas t ha vendido por cuatro perras" "Ok, gracias Pedro, un brazo, no
saldo" Y el hombre habría tenido toda una noche para correr campo a través evitando
así que lo prendieran. O imaginaos a César desayunando antes de salir para el
Senado aquel aciago día de marzo. Calpurnia, seguramente metida en el ajo, lo
apremia para que acabe los kelos. De repente a César le suena el móvil. Es un
mensaje de un centurión que cruzó con él el Rubicón y que se ha escondido
detrás de un árbol con la excusa de ir a plantar un pino. "Ávete, César, Brutus
y otros cuatro notas t kieren dar matarile" Entonces el divino César le haría
un corte de mangas a su mujer. "¡Hoy al Senao va a ir tu puta madre!"
En la salita, una puta nueva que es casi una niña, morena y
prieta de carnes, está viendo las motos en la tele. Hay que ver lo deprisa que
corren las jodías, y total para al final
volver siempre al mismo sitio. Es un poco como la vida, piensa mientras aplasta
una cucaracha con su rojo tacón de princesa paria.
LOCURA DE AMOR
Cuando a Guadalupe Zarza le dio aquel mareo en la calle
Jesús del Gran Poder, de no ser por aquella joven que lo sostuvo, se habría
roto los cuernos contra el duro y ardiente asfalto bajo el sol canicular de
julio.
Lo sentó en un banco de madera podrida y le dio aire con un
periódico que encontró en una papelera. Después lo metió en un sórdido bar, "El
extremeño", creo que se llamaba, e hizo que se tomara una cerveza con limón y
una bolsa de patatas fritas. Jamás nadie se había portado tan bien con él. Su
mujer, mismamente, estaba seguro, se habría avergonzado de la escena y con
disimulo se habría alejado unos pasos con la excusa de telefonear al 112.
-
Ya te va volviendo el color, cariño, estabas blanco
como un cadáver-
La muchacha era un poco gangosa, tenía vegetaciones y la
nariz pequeña. La cabeza, por el contrario, la tenía grande. Él la miró con
ojos caídos, como los de un mastín que mira una ristra de chorizos. Entonces
ella, viéndolo venir, le dijo que se llamaba Tatiana y le confesó que era puta.
Demasiado tarde, Guadalupe Zarza ya se había enamorado. ¡Qué locura! ¿Quién se
puede enamorar de una puta? Pues hombre, cualquiera, por ejemplo alguien que se
ahoga en el pozo oscuro y profundo de la soledad.
Le regaló un corazón de plata que pesaba casi tanto como una
de las tetas de la muchacha. Bueno, tampoco hay que exagerar, porque, la verdad
sea dicha, las tetas de Tatiana pesaban siete kilos cada una. Una vez su chulo
se las pesó en una carnicería marroquí. Seis kilos y ochocientos gramos para
ser exactos.
Tatiana ejercía en un antro de sadomasoquismo. Se ponía a
cuatro patas sobre las sábanas revueltas, y una negra con cara de mona vieja le
azotaba el soberbio culo hasta ponérselo rojo como el culo de un babuino.
-¡Cachonda!- la insultaba a cada azote la negra, con voz
espesa y dura- ¡golfa! ¡sorra! ¡guarra! ¡mira cómo estás poniendo de cachondo a
este señor, perra, mira cómo se le levanta, putilla en calor! ¡eres una puta
cachonda, Tati!-
El señor, un viajante de comercio de la Roda que cojeaba un
poco porque de pequeño le dio un paralís, contemplaba la escena babeando como
un perro sediento. Tatiana, con el pensamiento en otra parte, reprimía un
bostezo y seguía el juego ayeando y ronroneando como una gatita en celo.
-
¡Ay! ¡qué me haces, ama cruel! ¡sí, sí, me gusta, más
más, más fuerte!-
¡Zas, zas zas...!
Guadalupe Zarza no podía concentrarse en nada. Una vez mató
a un pajarillo con el coche porque iba pensando en su buena samaritana y no lo
vio allí dudando en medio de la carretera (la duda mata). El pajarillo se quedó
aleteando, incrustado en el asfalto hirviente, mientras el coche se alejaba por
la sinuosa carretera de Chinchón.
Cuando Tatiana contaba lo de Guadalupe Zarza a sus
compañeras, éstas, que sólo creían en el amor al dinero y a la propia supervivencia,
se reían a carcajadas como las brujas de Macbeth.
-¡Pero qué locos están los hombres!-
Tatiana sentía algo entre el halago y la pena, pero
aparentaba autosuficiencia y secundaba las risas mientras se estiraba de la
goma de sus minúsculas braguitas rosas.
A Guadalupe Zarza le daban los mareos porque tenía cáncer de
pulmón, ya iba a durar poco sobre la tierra, y cuando veía la majestuosidad del
sol derramándose en un amaranto atardecer sobre el horizonte, sufría un
terrible vértigo existencial, y entonces cogía el móvil y marcaba el número de
Tatiana.
- ¡Hola Tati! ¿nos podemos ver esta tarde?-
- Sí, te espero aquí- Respondía ella con la voz un poco
cohibida.
- Vale, Tatiana, un beso-
Bueno, pensaba Guadalupe Zarza cuando colgaba, peor sería
llamar a una vidente.
Tatiana, con su cara de virgen arrobada, estaba pensativa
sentada en una silla junto a la puerta. De repente un gran alboroto la rescató
de sus estériles pensamientos. En el rellano de la escalera se estaban pegando
un negro gigante y el vigilante de seguridad del edificio. Iba ganando el
negro.
Tatiana, con una clarividencia repentina, se sintió cautiva
en aquel mundo marginal de crimen y mentiras. Sabía que nunca podría escapar de
allí. Tuvo la certeza de que el amor es un imposible, una mentira más grande
que sus aburridos números de sadomasoquismo, un juego cruel y cínico sobre una
burda realidad de compartimentos estancos donde no había sitio para los nobles
sentimientos. Sintió rabia hacia su atento y meloso galán.
Guadalupe Zarza, por su parte, al que en el fondo ya le daba
igual que el amor fuera verdad o mentira, se perfumó los sobacos con colonia
después de ducharse, y se cortó frente al espejo los pelillos de la nariz.
-¡Tati!-
-¡Quéeee!-
-¡Niña, ya está aquí el señor!-
-¡Voooooy!-
¿NO es este aquel Ulises del que hablaba la leyenda?
Pero si parece un mendigo
deambulando por las calles bajo el sol,
cubiertas de harapos las heridas abiertas.
¿Y para esto te marchaste con clarines y estandartes
a ganar lejanas guerras?
Sin nadie con quien hablar,
se acuesta solo en la cama,
se sienta solo a la mesa.
Olvidado por los dioses,
sin gloria, sin reino y sin reina.
Héroe de caros errores y baratas quimeras,
algunas veces lo han visto
bajando hacia el arroyo
donde cantan las sirenas.
Que era hermosa no lo dudaba ningún espejo.
Pero era tan grande y yo tan pequeño,
que me resbalaba en la nieve de su piel
y rodaba como Sísifo
hasta ahogarme en aquellos agujeros negros
de los que prefiero no hablar.
A veces salía de una caja de cartón
y se desparramaba en un montón de piezas de puzzle
que yo no sabía cómo encajar.
Ponía un pie junto a sus labios,
un ojo en el botón de su ombligo,
una nube o un trozo de cielo azul en cada mano.
En fin, qué os voy a contar a vosotros,
solitarios corazones amantes de los gatos,
de ese juego tan extraño y tan difícil del amor.
Cuando yo iba a mover un peón,
todos los suyos estaban ya adelantados.
Por no hablar otra vez aquí
de esa distancia insalvable que siempre existió
entre sus amaneceres y mis ocasos.
LA CRUDA REALIDAD
Se llamaba Maruja, debía de tener cien o doscientos años, la
carne de momia, el pelo de paja, el mentón como un zueco que ha pisado una
mierda, la mirada cruel, un poco entornada como si la luz de los focos la
deslumbrara, le sudaba el bigote, tenía una verruga en la nariz. Barajaba las
cartas con sus manos de mona vieja, las uñas pintadas de un rojo pasión de
vampiro, los abalorios de las pulseras entrechocando como muelas de muerto. Detrás
de ella, colgada en la pared, tenía su escoba de bruja.
Llamó otro corazón solitario. Eran las tres de la mañana
aproximadamente.
-¿Hola?-
-...Hola- Respondió al cabo de un tiempo una voz que parecía
haber sufrido un ictus.
- A ver, cariño, cómo te llamas-
- Me llamo Inocencia-
- Inocencia, y qué signo eres-
- Soy virgo-
- Inocencia y virgo, eso está mu bien, jejeje, a ver, cielo,
qué quieres saber-
- Quiero saber si mi marido me es infiel-
- Muy bien (la bruja se puso a barajar con gran destreza,
con un poco de mala leche también) ¿cómo se llama tu marido?-
- ¿Eh?-
- ¡Que cómo se llama tu marido!-
- Ah, se llama Joaquín-
- Inocencia y Joaquín, veamos si Joaquín le pone los cuernos
a Inocencia, Inocencia quiere saber si su marido le pone los cuernos, pues...¡sí,
sí, sí y sí, ¿lo ves?, las cartas dicen que sí, que tu marido te pone los
cuernos (dio un golpe sobre la mesa. Tembló un florero con flores sintéticas
que parecían crisantemos morados)-
-¿Eh?-
- Cómo que eh, dime una cosa Inocencia, ¿tú eres sorda?-
- ¿Eh?-
- Sï, ya veo que además de cornuda eres sorda-
- Perdona, pero es que....(Inocencia tenía los ojos rojos de
llorar y no dormir) ¿y está con la extranjera esa?-
- Veamos, (la bruja barajó de nuevo como si azotara las
cartas), sí, sí y sí, está con una extranjera más joven y más guapa que tú,
pero tranquila, ella sólo está con él pa sacarle todo el dinero, en cuanto lo
arruine lo deja, ya queda poco, así que no te preocupes, cariño-
- ¿Y yo qué hago mientras?-
- ¿Tú?, pues joderte y aguantarte, porque con lo sosa y lo
burra que eres como se te ocurra dejarlo acabas cortándote las venas, te lo
digo con cariño, lo sabes-
- No, si se nota, pero ¿y si me deja él?-
- Pues te jodes también, hay quien nace para estar jodido
siempre, oye, cielo, tu marido qué es-
- ¿Eh?-
- Tu marido, que qué es-
- Ah, era director de un banco, pero ahora tiene cáncer de
próstata, además tiene demencia desde que mi hijo tuvo el accidente con la
moto, está en una residencia-
- Quién-
- ¿Eh?-
- ¡Que quién coño está en una residencia!-
- Mi marido-
- Ah, pues que se joda, y pa qué lo quieres dejar, cariño,
si enseguida te vas a quedar viuda-
- No sé, allí conoció a la negra hace dos años y medio,
ahora está mucho más delgao, como cuando vino de la mili-
- Eso es porque se va a morir pronto, corazón, ¿cuántos años
tiene?-
- ¿Eh?, sesenta y cinco, creo, es que me duele mucho que
esté con otra (Inocencia se puso a
llorar en silencio), ya no sé lo que hacer, Maruja-
- Pues ya te lo he dicho, joderte y aguantarte, no hagas
nada, mira pa otro lao y punto pelota, está con otra, y qué, total ni siquiera
le puede echar un polvo, aunque a ti eso qué más te da, tú hazte la tonta (la
bruja imitó grotescamente a Lina Morgan cuando recogía colillas en la película
de la tonta del bote) y que se joda y cargue contigo y tú te jodes y cargas con
él, total pa lo que le queda...-
- Pero ¿él me sigue queriendo?-
- A quién, ¿a ti?, vamos a ver qué dicen las cartas...¡no, no
no y no!, no te quiere ver ni en pintura, ya no te quiere na, el amor se seca
como el agua de los charcos, cariño, al final sólo queda el barro, hay quien no
encuentra el amor ni aunque llame a todas las puertas, sin embargo el dolor
viene él solito sin que lo llamemos, ¡uy!, qué profunda estoy esta noche, joder,
parezco el Punsé ese de la calva rizá, nó sé, serán los cafés que me he tomao-
- Pero es que yo sí lo quiero, creo, lo que pasa es que desde
que pasó lo de mi hijo nuestras vidas se han roto, él lo lleva peor que yo-
- Quién-
- ¿Eh?-
- Que quién lo lleva peor, ¿tu hijo?-
- No, no, mi marido, bueno mi hijo también, los médicos no
saben si va volver a andar-
- Pues yo te lo digo ahora mismo, cielo...a ver....¡no no no y
no!, ya te digo yo a ti que no, las cartas dicen que tu hijo se va quedar como
un vegetal, la extranjera te va a arruinar, tu marido no te quiere y se va a
morir, y tu hijo no va a volver a andar en su puta vida, es la cruda realidad,
cariño, pero hay quien está peor, yo conozco a uno que se arruinó por un
embargo de hacienda, perdió a su familia, lo metieron en la cárcel y le dieron
por culo, luego resulta que lo de hacienda había sido un error, bueno, por lo
menos tuvieron el detalle de mandarle una carta pidiéndole perdón, jejejeje, ¿quieres
saber algo más, bonita, uhhh, de tu salud por ejemplo?-
- Pues...casi prefiero que no, perdona que te lo diga, Maruja-
- Bueno, pues entonces vamos con otra llamada, ale, un beso,
a ver, hola, ¿hola?-
Pi pi pi pi
pi pi...
- Vaya por dios, ya se ha caído otra vez la línea, ya
estamos como todas las putas noches, joder, no sé pa qué cojones llaman si
antes de hablar cuelgan, el caso es joder la marrana, desde luego que los hay
tontos, y no será porque no les doy cariño, ¡atajo de llorones de mierda!, en
fin...-
La vidente parpadeó con un solo ojo y compuso una mueca
grotesca, como la de una máscara de goma que se está quemando en el fuego. Se
oyó un ridículo silbido de fondo, como esos de las comedias italianas. La
escoba se movió sola en la pared.
LA FEA
A dónde vas, huesecillo de pollo que se queda entre los
dientes,
aguja de soledad perdida en el pajar de la gente,
buscadora de oro en los arroyos fecales,
anunciadora de Cristo vivo en las puertas de los grandes
almacenes,
pasajera de cundas, ludópata de trileros,
trasnochadora de videntes.
Y baja la Gran Vía deslumbrada por ese sol
que hace crecer las rosas y los crisantemos,
los hombros escuálidos, las patas enclenques,
el tiempo gota a gota en la clepsidra del desamor,
con una honda reverberación de muerte.
Cuando Ulises vio a Nausica desnuda a la orilla del río,
después de tantos trabajos y tantos peligros,
tuvo la sensación de que la guerra no había acabado.
Cuídate de la belleza, pensó escondiéndose entre los juncos,
encierra más tragedias que placer,
te elevará a sus cumbres y luego te dejará caer,
darás ridículos saltos a sus pies
como un insecto al que le han arrancado las alas,
intentando en vano merecerla y alcanzarla.
Así que se dio la vuelta y volvió a adentrarse en ese mar
que era un vacío infinito donde la belleza faltaba.
Dentro. Dentro de ti.
Muy dentro. Más dentro.
Hasta el alma, hasta la calma,
hasta la materia de la que están hechos los sueños.
Hasta salir de ti,
libre de ti, limpio de ti, lejos de ti,
de tu masa, de mi rabia, de tu fuego.
Sano, solo, ligero,
como si ya no existieras,
como si estuviera muerto.
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