NINGUNA ITACA
Has llegado al final de tus viajes,
y descubres ahora que aquellos peligrosos mares,
aquellas insólitas aventuras, aquellas épicas guerras,
tuvieron por escenario el abismal interior de una botella.
Mira, ya no existe Itaca donde volver a morir,
ni cueva donde pasar las noches en los brazos de una diosa.
Telémaco jamás te perdonó que te marcharas lejos,
habiendo tantas cosas por hacer tan cerca.
Pero la vida sigue siendo un devenir inescrutable
y un seductor y mortal canto de sirenas.
Tarde comprendes que no se puede huir del corazón,
salir de puntillas dejándolo abandonado sobre la mesa.
Sólo exijo ¡a un héroe de tu leyenda!
un último gesto de dignidad,
y que cuando te marches, cuando te apagues,
lo hagas con el paso firme, templado el corazón herido,
y levantada, otra vez, la cabeza.
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