SEGUIR VIVIENDO
Cogió la copa y ungió sus rojos labios con el vino,
como un beso embriagado de roja pasión.
Las camareras iban y venían entre las mesas
con sus altas bandejas y el sordo rumor de sus muslos.
Tras la ventana la luna se había helado en el cielo,
tan sola, tan lejos.
Me miró con la luz de su viva belleza por encima de la copa
y no sé porqué de repente sentí frío,
me sentí solo, me sentí lejos.
Buscando calor puse mi mano en la suya
y empecé a hablarle de no sé qué cosas fugaces,
al fin y al cabo, había que seguir viviendo.
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