ES TARDE
Se vistió lentamente, ahí mismo, junto a esa silla vacía, con densa sensualidad se fue poniendo la ropa interior, ondulaba su cuerpo y su pelo como una llama de luz, como una voluptuosa llama de fuego que se extendía voraz y alegre por toda la habitación.
Todavía estaba caliente su piel, sonrosada su carne rotunda después del último fragor.
¿Volvería a verla? Me pregunté sin atreverme a tocarla de nuevo, con la angustia de un preso al que se le acaba el permiso el domingo por la tarde. Sonrió con una roja y enorme sonrisa de victoria. Parecía que todos sus poros estaban abiertos al amor, que el tiempo había detenido su marcha suicida a las puertas de su juventud.
Su belleza me producía vértigo, como si
Leave a comment