la última mata

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LA ÚLTIMA MATA

 

Una auxiliar con granos y gafas de aumento le puso una mascarilla y le dijo:

- Acompaneme, Caballero -

La Siguió por un frío corredor flanqueado por puertas en Cuyos umbrales acechaban figuras monstruosas, Víctimas de extrañas enfermedades Aún inescrutadas.

- Pase y espere ahí, caballero, ahora le atenderán-Le dijo la auxiliar señalándole la puerta corredera del cuadro 18, donde había pegado un papel que ponia: "Sala de enfermedades contagiosas. No entrar".

Entro y se sento en una especie de sillón de barbero, rodeado de Anaqueles repletos de Artilugios médicos como jeringas, agujas, frascos con líquidos de colores psicodélicos, bolsas de suero, gasas, vendas, alcohol, CONTENEDORES PARA Desechos humanos. Parecía un almacén de exvotos.

La auxiliar cerro la puerta por fuera. La Salita olía a muerte y antiséptico, como las colonias de las tiendas de los chinos, como los servicios de los puticlubs.

Él se dispuso a esperar mirando la luz fluorescente del techo y unos esotéricos números apuntados en la pared azul con tiza.

Al cabo de un tiempo la puerta se Abrio de nuevo y Entró una joven enfermera con pecas y gordita entre la nariz y los ojos.

- Ahora, cielo, te voy a poner una vía, estira el brazo y cierra el puño, tranquilo, cariño, esto apenas duele, así, corazón -

Le gustó que le llamara esas cosas, todavía quedaban ángeles sobre la tierra, le recordó a las putas Cuando le lavaban los huevos en el bidé.

- Espérate aquí tranquilito, cielo, hasta que el doctor Mata Vea los resultados de la analítica -

Se quedó sentado con la mariposa de la vía en el brazo izquierdo, con la aguja Haciendole cosquillas en la vena, escrutando Aquella absurda y alucinante sala llena de milagros médicos. ¿Quién Aquellas cosas inventaba? Sintió admiración por el mundo de la medicina, Sabia aunque, por experiencia personal, que los médicos eran dioses crueles que arrancaban las alas a las moscas regodeándose en su agonía.

Volvió la cabeza y se vio reflejado en una ventana. Se sintió muy viejo. Aquella ridícula Con mascarilla en la boca, con los pelos de punta, con los ojos enfermos, con las gafas empanadas, se Parecía un poco a Einstein en la última fase de su vida. ¡Pero si era joven la última vez que estuvo en este hospital con su hija pequeña, y de eso no Hacía tanto tiempo! Aunque no le importó ser viejo, total ya no Tenía que seducir a nadie, había perdido la lujuria, la Fe y el gusto por las mujeres, efímera consideraba toda belleza femenina, desesperada y efímera, en el fondo se Trataba tan sólo de una Cuestión de naturaleza procreadora, Debajo de la piel suavísima de una joven, También había una calavera, y gérmenes, bacterias y virus malvados y traicioneros que insuflaban en los corazones de las doncellas sonrosados el aliento fétido de la muerte. Todas las horas hieren, la última mata. Era la inscripción de un reloj de sol que había visto no recordaba donde. Se había disipado la niebla como Aquella Atmósfera romántica de amores y hojas secas en los senderos de los bosques. Recordo Aquella tarde en Sigüenza, Estaban en la Plaza de la Catedral, nevaba, sonreía con ella Aquella belleza perfecta, imposible, luminosa, Que Ningún programa de photoshop Podría jamás Igualar, un él, contemplándola,  Se le Salía el corazón del pecho. ¿Qué habría sido de ella? ¿Qué había sido de la vida? Se puso la mano en la frente. Tenía fiebre otra vez.

Cansado ya de estar sentado y de esperar, se Levantó titubeante y débil y entreabrió la puerta. En el cuadro de enfrente, una doctora con el chisme ese de auscultar colgado del cuello como si fuera el metro de un sastre, asentía A LOS disparates que le Estaba contando desde el otro lado de la mesa una enferma muy fea, con una expresión de Histeria en la cara tiznada, con una nube en un ojo y los pelos chamuscados y tiesos como si hubiera metido los dedos en un enchufe.

- Y no me conocía, y me dio una cosa así que me Entraron ganas de irme de fiesta, oye, y le dije pero si soy yo, Víctor, tu Pili, ¿eh?, Sí, sí, en psiquiatría, desde que Porque Murió su madre le dio por beber, beber, beber a Todas Horas, yo también bebo, oye, pero no tanto, ¡joder!, uy, perdón, es que los nervios se me agarran al estómago y me gases Producen -

Volvió a meterse en su caja y cerro la puerta. 

Al cabo de otra hora más o menos, por fin, un celador MUY ALTO Con las orejas muy grandes y abiertas y con cara de matón siciliano, Empujando una silla de ruedas donde permanecía postrada una especie de momia milenaria y polvorienta, Abrio del todo la puerta y le ordeno Con una voz chillona de castrado que no se casaba con Aquella cara de asesino: un Acompaneme Rayos, caballero.

Salió de nuevo al pasillo. Le dio pena abandonar Aquella salita, Aquella especie de cómodo ataúd, tras dos o tres horas había empezado un acostumbrarse a ella, como un conejo A su madriguera. Le costaba seguir al celador, andaba muy de prisa, encorvado sobre la silla de ruedas donde la momia iba dando sacudidas como un muñeco descoyuntado.  

- Tus hijas han llamado preguntando por ti, cielo-Le Comunico la enfermera de las pecas Al pasar raudamente junto a la mesa del control de enfermería.

Él sonrió agradecido tras su mascarilla. Después Pensó que era una tontería sonreír tras una mascarilla, una tontería parecida A Teléfono por gesticular.

Continuo por un largo corredor, como un toro Atravesando cajones en pos del Coso donde le espera la muerte. Tenía miedo. Estaba aterrorizado. Después de toda una vida de experiencias, seguia sin entender nada de nada.

 

 

 

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